La mitología griega nos dice que Escila y Caribdis eran dos monstruos marinos que controlaban las orillas de un canal. Los navegantes que se arriesgaban a cruzarlo -sólo lo hacían por necesidad imperiosa- se encontraban ante una terrible disyuntiva. Alejarse de la orilla donde estaba Escila, suponía acercarse a la que dominaba Caribdis. Esquivar un peligro era caer en el otro. Sólo los marinos muy expertos eran capaces de salvar el peligroso canal sin caer en las fauces de uno de los terribles monstruos. El tiempo dejó acuñada la expresión “estar entre Escila y Caribdis” para referirse a tener que elegir entre dos opciones que resultaban igualmente peligrosas. Significa verse en una disyuntiva tan difícil que no se tiene muy claro que opción tomar, por cuanto encierra grades riesgos. Sir Arthur Conan Doyle, en su obra “El paciente interno” utilizó esa imagen, la de Escila y Caribdis, para situar al lector en la situación de riesgo que suponía para el doctor Watson tomar una determinada decisión.
Entre Escila y Caribdis se ha movido el candidato Sánchez, presidente en funciones del gobierno, a lo largo de la campaña electoral que nos ha conducido a las elecciones de mañana. Quizá se encuentre arrepentido de haberlas convocado porque, salvo lo que pronostica el CIS de Tezanos y le susurra el gurú Iván Redondo, es posible que sus resultados no le vayan a ir tan bien como había calculado cuando decidió no formar gobierno y apostar por llevarnos de nuevo a las urnas. Sánchez se ha movido en un terreno de indefinición que resulta peligroso –ha tenido que echar mano de viejos espantajos- porque actuar con más decisión ante los graves acontecimientos que se han producido estos meses en Cataluña le creaba serios problemas con los partidos independentistas, con cuyo apoyo llegó a la Moncloa, y ha barajado la posibilidad de que sus votos le sean necesarios para ser investido presidente. Añádase a ello que para tener contento al PSC que capitanea Iceta, se ha visto obligado a modificar su propio programa electoral, diseñado mirando al resto de España y del que había desaparecido el concepto de plurinacionalidad. Al final ese concepto inadmisible para muchos españoles le ha sido impuesto desde las filas del socialismo catalán. Esos planteamientos no son bien vistos por una parte no pequeña de los españoles que se encuentran hastiados de las astracanadas de Torra y sus adláteres a los que Sánchez no desea irritar más allá de lo imprescindible.
Por otra parte, ha buscado envolverse en la bandera de España, olvidándose de la plurinacionalidad y ha aludido varias veces a la aplicación de la ley, incluido el artículo 155 de la Constitución, y ha amenazado con control de los fiscales –todo un patinazo que desvela el concepto de Estado que Sánchez tiene- que podría tener consecuencias funestas para sus deseos. Esa actitud de amagar que muestra su indefinición, no es sino una carencia de principios sólidos –recuérdese que afirmó que podía suprimirse el ministerio de Defensa- al haber puesto de manifiesto que puede defender una tesis y la contraria, sin pestañear. Eso le ha llevado a no decidirse con claridad porque se ha encontrado atrapado entre su Escila y su Caribdis: el voto que necesita en Cataluña y el del conjunto de España. Atrapado entre dos realidades diferentes y hasta enfrentadas que marcan la España de nuestros días, cualquier decisión supone un grave riesgo para un Sánchez obsesionado con amarrar los votos que le otorguen el poder.
(Publicada en ABC Córdoba el 9 de noviembre de 2019 en esta dirección)
Imagen: Wikimedia. Odiseo luchando contra Escila y Caribdis, por Heinrich Füssli (1794-1796)