La información que facilitaba ABC acerca de la evolución demográfica de la provincia de Córdoba en las casi dos décadas transcurridas del siglo XXI señala la existencia de una grave amenaza que los jóvenes vivirán con mayor intensidad porque van a condicionar importantes realidades en el futuro.
Es cierto que los datos que ofrece la demografía cordobesa están lejos de los casos más alarmantes que se viven en España y que la falta de la más mínima planificación durante muchos años ha llevado a que la cuestión se plantee hoy en términos muy severos. Tanto que recientemente se ha acuñado el término “España vacía” para referirse a numerosos pueblos hoy abandonados por haberse quedado sin habitantes, a muchos otros en trance de verse en esas circunstancias y a la existencia de amplios espacios geográficos donde la densidad de población es propia de zonas desérticas o polares. La situación a la que hemos llegado comenzó a gestarse en las fechas en que se inició el llamado éxodo rural -la emigración de los pueblos y zonas rurales a los grandes núcleos de población- que explotó en nuestro país en los años sesenta y setenta del siglo pasado, y que no ha dejado de manifestarse hasta nuestros días.
En zonas como Castilla y León, Asturias o Aragón la situación ofrece perfiles alarmantes. En esta última, la capital de la región, Zaragoza, concentra más del setenta por ciento de la población total del territorio, aunque el censo no lo indique porque muchos de los que viven en ella, siguen empadronados en los pueblos donde nacieron por circunstancias muy diversas. A ese crecimiento desorbitado de Zaragoza en las últimas décadas hay que añadir el de las localidades de sus alrededores donde poblaciones, a menos de quince o veinte kilómetros de la urbe, que apenas sumaban varios centenares de habitantes o a lo sumo superaban por poco los mil, han pasado a ser localidades –al igual que ocurre en el entorno de la ciudad de Córdoba, aunque en menor medida- con cerca de diez mil en muy pocos años. Zaragoza y su área metropolitana concentran tres cuartas partes de la población aragonesa, mientras que centenares de pueblos están desiertos o tienen en invierno menos de una docena de vecinos y algunos más en los meses de verano en que los oriundos todavía pasan allí sus vacaciones. Añádase el agravante de que todos ellos lo son de edad avanzada, circunstancia que los conduce inexorablemente a desaparecer en un corto plazo de tiempo.
En Córdoba, la mayor parte de los municipios del norte de la provincia están vaciándose demográficamente. En veinte años han sufrido significativas caídas de su número de vecinos. Es el caso de Belmez -otrora uno de los centros de la pujante minería del carbón-, Santa Eufemia, Villaralto o Torrecampo. Todos ellos han perdido en torno al treinta por ciento de su población lo que apunta a un futuro muy negro, caso de no modificarse de forma radical la tendencia demográfica y se corrigiesen otros factores que veremos más adelante.
En el sur de la provincia, la situación es menos grave, si bien hay algún caso significativo de despoblamiento, como Zuheros, que se acerca al treinta por ciento en lo que va de siglo. Pero muchos otros pierden población, aunque su elevado número de habitantes enmascare la gravedad de la situación, ocurre en Baena.
(Publicada en ABC Córdoba el 24 de agosto de 2019 en esta dirección)
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