La alfarería es una de las más antiguas actividades artesanales del ser humano. Tan antigua como para que determinados estadios finales de la prehistoria, sean catalogados y, en buena media, estudiados por el tipo de cerámica que aparece. Una alfarería que desde mucho antes de la aparición de la escritura, con la que se considera que comienza la historia, producía piezas hechas a mano y más tarde con el llamado torno del alfarero. Piezas que nos hablan de las condiciones de vida de quienes las elaboraban y que podían ser lisas o decoradas y en este segundo caso pintadas o con incisiones. Su producción era tan importante que alguna cultura se denomina por el tipo de cerámica que producía, como la llamada del Vaso Campaniforme. Esa realidad de trabajar el barro, que llega hasta nuestros días, ha hecho de la cerámica un factor de suma importancia para acercarnos al pasado de quienes nos han precedido y que pervivan hasta hoy alusiones a ese mundo en la toponimia y el callejero urbano.

En Córdoba tenemos ejemplos notables, entre ellos contamos con dos que dan nombre a sendas vías principales en la ciudad. Nos referimos a la Ronda de los Tejares y a la avenida de las Ollerías. La primera que, como calle de los Tejares, aparece en los “Paseos por Córdoba” de Ramírez de Arellano, dio nombre también al coso taurino cordobés que, construido a mediados del siglo XIX, vio a las grandes figuras del toreo hasta bien avanzada la pasada centuria. Debe su nombre a los alfares de tejas que había en la zona y que fueron desapareciendo, como lo hicieron aquellos otros, dedicados a la fabricación de ollas de barro junto a la Torre de la Malmuerta.

En Cabra hay una calle del Tejar -así aparece nominada en padrones del siglo XVI, que corre paralela al cauce de un arroyo, hoy embovedado, conocido con el nombre de la Tejera y que durante algunos años del siglo pasado los cursis llamaban de la Tejedera porque sonaba más…fino. Cercano a dicho arroyo, por la otra ribera hay una pendiente conocida con el nombre de cuesta de los Barreros. Hace algunos años desaparecieron los últimos alfares ubicados en la zona. El Catastro de Ensenada recoge en Pozoblanco la calle Tejar, que también aparece como Tejar Viejo. En Lucena hay una zona urbana que lleva el significativo nombre de Llano de las Tinajerías, aludiendo a la importante tradición alfarera lucentina donde, hasta fecha muy reciente, se ha mantenido en funcionamiento un alfar que ya funcionaba en el primer tercio del siglo XVIII. Recientemente, como recogía ABC días atrás, el consistorio ha tenido la acertada idea de proteger los alfares de época romana, de gran valor arqueológico, que afloraron como consecuencia de las excavaciones realizadas al llevarse a cabo las obras de la variante norte de Lucena. El propósito es convertirlos en una zona visitable que podrá ser ampliada porque la excavación del valioso yacimiento no ha concluido. Proteger y poner en condiciones de ser visitados esos alfares, donde se hacían las tejas, las ollas, los candiles, las escudillas, las ánforas, los botijos y tantos otros objetos de barro vidriado o sin vidriar, que hoy mantienen su actividad en localidades como La Rambla, es una magnífica iniciativa que permitirá proporcionarnos gran cantidad de información sobre épocas de nuestro pasado.

(Publicada en ABC Córdoba el 14 de agosto de 2019 en esta dirección)

Imagen: Pixabay

Deje un comentario