Más allá de lo que suponen para la economía cordobesa las actividades del tradicional sector primario -agricultura y ganadería, dado que la minería, otrora muy importante en el norte de la provincia, ha sido literalmente borrada del mapa-, el turismo se ha convertido, de unas décadas a esta parte, en uno de los principales sustentos de la economía de cordobesa y particularmente de Córdoba capital. Por eso, las noticias referidas a la reapertura de la Escuela de Hostelería, que nunca debió cerrarse, y a la agilización en la concesión de licencias urbanísticas para la construcción de un importante número de hoteles en la ciudad, tienen en común el objetivo de potenciar dicho sector.
El turismo que nos visita, aunque en algunas fechas aparece masificado, dado el elevado número de visitantes, está muy lejos de las masas que configuran el llamado turismo de sol y playa. Sol tenemos en exceso durante los meses de la canícula y carecemos de lo segundo. Gran parte de quienes visitan Córdoba buscan otra cosa: encontrarse con el prodigioso legado de su largo y rico pasado que nos ha llegado en forma de monumentales construcciones, alguna de ellas única en el mundo. Buscan el poso histórico de una ciudad que otrora fue faro de occidente, que llamaba la atención, entre otras cosas, por la calidad y volumen de sus bibliotecas y por el valor que sus vecinos daban a los libros y que convirtió en axioma el hecho de que si alguien tenía necesidad de desprenderse de ellos, el mejor de los precios lo encontraría aquí. Ha llovido mucho desde entonces.
Ese turismo que llega a Córdoba busca algo más que solazarse en la arena, tomar cervezas, con las que aliviar las altas temperaturas, en el chiringuito de la playa o darse una zambullida en el agua. Eso supone, en cierto modo, un determinado nivel de exigencia y, en consecuencia, es necesario ofrecerle la respuesta adecuada que se traduce en un esmerado servicio, mucha capacidad profesional y buenas maneras. Eso es algo que, más allá de la calidad personal y humana, es necesario aprender. No suele aparece con la denominada ciencia infusa. Para el aprendizaje son imprescindibles –al menos lo son todavía- las escuelas que son los centros del aprendizaje donde se adquieren destrezas. En las de hostelería las necesarias para atender de forma adecuada a quienes demandan ese tipo de servicios.
Ese turismo requiere, así mismo, los establecimientos necesarios para el alojamiento de los visitantes y el número de licencias pendientes para abrir nuevos establecimientos hoteleros es demasiado elevado, dada la parálisis vivida en los últimos años en la Gerencia Municipal de Urbanismo. Los hoteles, cuyos proyectos aguardan la autorización municipal, con las modificaciones que la ley establezca para concederlas, caso de ser necesarias, se eleva a la friolera de doce, sólo entre los considerados de alto nivel, los de cuatro o cinco estrellas. La cifra avala el interés de los inversores en un sector -el del turismo interior en que se inscribe Córdoba- donde los datos apuntan a que se encuentra en alza, frente a ciertos indicios de recesión que se apuntan para el que prefiere las zonas costeras.
No debe quedar en agua de borrajas ni la rápida reapertura de la Escuela de Hostelería de la que habla Isabel Albás ni los propósitos manifestados por Salvador Fuentes para la Gerencia de Urbanismo
(Publicada en ABC Córdoba el 17 de julio de 2019 en esta dirección)
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