El otro soporte de la fortaleza social, el de las organizaciones civiles, es igualmente débil. En este caso porque carecen de la musculatura necesaria, para atemperar los problemas derivados del descrédito de las instituciones. Es cierto que organizaciones como Cáritas, Cruz Roja o los bancos de alimentos están haciendo una labor encomiable. Pero en España, a diferencia de otros países de nuestro entorno, nunca esas organizaciones, la llamada sociedad civil, han tenido una proyección importante, posiblemente porque los hispanos llevamos el individualismo en los genes y forma parte consustancial de nuestra idiosincrasia.

Los colegios profesionales son de las pocas organizaciones que han dado cuerpo a esa sociedad civil de la que tan necesitados estamos. Sobre ellos pende hoy una amenaza que, en forma de anteproyecto de ley, los eliminaría en gran parte. La amenaza está impulsada desde el ministerio de Economía y Competitividad en aras de un proceso de centralización de servicios que reduciría los colegios profesionales a los de ámbito autonómico y dejaría los provinciales en meras sucursales. El proyecto haría desaparecer a prestigiosas instituciones de larga tradición e impulsoras de numerosas actividades que van mucho más allá del ámbito estrictamente profesional como, por ejemplo el colegio de abogados de Jerez de la Frontera con más de doscientos cincuenta años de historia o el de Lucena, fundado en 1870 y con una tradición de siglo y medio. Su desaparición, más allá de una pérdida irreparable, supondría el alejamiento de los servicios que prestan, en clara contradicción con los planteamientos que inspiraron la creación del estado de las autonomías, concebido sobre bases descentralizadoras y sobre la idea, magnífica desde su perspectiva teórica, de acercar la administración a los administrados. Cuando desde las instancias gubernamentales se sostiene la validez del sistema, pese a las numerosos problemas derivados de su inadecuada estructuración, como ha sido el mantenimiento de instituciones carentes de sentido con el nuevo modelo de Estado o como la duplicidad de organismos, no parece lógico el planteamiento de la supresión de los colegios profesionales, salvo inconfesables deseos de debilitar aún más las estructuras de una sociedad civil inerme, en ocasiones, ante ciertos desmanes propiciados desde el poder.

(Publicada en ABC Córdoba el 29 de mayo de 2013 en esta dirección)

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