La palabra avispero, según el diccionario de la Real Academia Española, tiene diferentes acepciones. Una es el panal que hacen las avispas. Otra el lugar donde hacen dicho panal. Una tercera se referiría a un gran número de avispas. Pero también se utiliza para referirse a una situación enredada y complicada, que deriva, por lo general, en un problema.
En la Europa del siglo XIX y comienzos del XX -también a finales de este último siglo después de lo ocurrido en los años noventa- se denominaba avispero de los Balcanes a la región en que, geográficamente accidentada por esa cordillera, confluyen mundos muy diferentes. Se había convertido en un serio problema, por las diferencias religiosas -católicos, ortodoxos y musulmanes, además de importantes minorías judías-, por la confluencia de culturas al darse la mano la otomana, que se batía en retirada, la griega y la de tradición eslava. Allí confluían los serbios, los croatas, los rumanos, los búlgaros y los eslovenos. La crisis del imperio otomano hizo que la Rusia de los zares de finales del siglo XIX y principios del XX y el Imperio Austrohúngaro, lo convirtieran en tierra de choque, al que se sumaba el nacionalismo de los pueblos que aspiraban a convertirse en naciones independientes. Las tensiones allí acumuladas -religiosas, étnicas y culturales- fueron el detonante que desencadenó la que luego sería conocida como Primera Guerra Mundial, al ser asesinado, por un nacionalista serbio, el heredero del imperio Austrohúngaro.
La humillante derrota por cero a cuatro sufrida en el Arcángel ante el Club Deportivo Lugo, corroborada por el cero a tres ante el Real Zaragoza, ha condenado al Córdoba al infierno de la Segunda B, categoría a la que está inexorablemente abocado, mucho peor que el purgatorio que supone la Segunda A. Los efectos son verdaderamente letales porque ha convertido al equipo cordobesista -entiéndase por tal no sólo a los jugadores sino a la directiva, cuerpo técnico y afición- en un peligroso avispero en la acepción de situación complicada y enredada de la que no va a ser fácil salir. La gravedad de la situación no es solamente deportiva, también económica. Los trabajadores del club y los jugadores llevan dos meses sin cobrar, lo que sitúa al club al borde de una situación traumática porque, según establece la normativa legal, los jugadores pueden romper unilateralmente el contrato y abandonar el club en el momento en que llevan tres meses sin cobrar. Algo que no podrá hacerse, si se produjera un tercer mes de impago, en el presente campeonato porque le quedan menos de diez jornadas y cuando se está en ese tramo final de la competición los jugadores no pueden ejercer ese derecho. Es un tiempo en que no es aplicable dicha normativa.
Así encara el cordobesismo la recta final de una temporada que se planteaba con visos de luchar por el ascenso a Primera División. Los colapsos miden sus dimensiones en función de las expectativas generadas. El Córdoba C.F. no iba a luchar por la permanencia en Segunda A, sino que sus aspiraciones eran mucho más ambiciosas. Ni por presupuesto ni por el volumen de su nutrida afición, que el pasado domingo abandonaba en masa el Arcángel, mucho antes de que sonara el pitido final, ante el bochornoso espectáculo deportivo ofrecido por el equipo, el Córdoba merece verse en esta situación. Ha llegado el momento de hacer una profunda reflexión que analice los males que lo han aquejado y llevado hasta donde se encuentra hoy, que es lo más parecido a un avispero.
(Publicada en ABC Córdoba el 1 de mayo de 2019 en esta dirección)