La memoria suele resultar muy frágil. Quizá por eso el ser humano es el animal que tropieza no dos veces, sino que lo hace en innumerables ocasiones, en la misma piedra. Si se mantuviera fresco y vivo el recuerdo del pasado, es posible que no se produjeran algunas de las tragedias que asolan a la humanidad y que derivan en muertes violentas, exilios masivos, hambrunas insoportables y otros males de los llamados bíblicos. Esa falta de memoria se produce tanto colectivamente como en ámbitos más reducidos. Es común que los jóvenes de hoy no sepan quien es Adolfo Suárez, Santiago Carrillo o incluso Felipe González, piezas fundamentales para entender lo que es la historia más reciente de España. No lo ignoran sólo por causa de ser hijos de la Logse, lo que ya es una razón de peso para que lo ignoren, sino por la fragilidad de la memoria. Muchos de esos hijos de la Logse también ignoran quien fue Franco. No tendrían la más remota idea de quién era el dictador que mandó en España durante casi cuatro décadas, a no ser por el empeño de Sánchez en exhumar sus restos, sin haber previsto adonde iban a llevarlos, lo que ha creado serias dificultades y lo que iba a resolverse en un pis pas, lleve meses en que no se para de darle vueltas al pandero exhumatorio.
Esa fragilidad de memoria, a la que en algún caso se añade una importante dosis de ignorancia, como en el caso de una buena parte de los logsianos, ha llevado a la bancada socialista en el Congreso de Diputados a permanecer de brazos cruzados cuando el presidente de Perú, en visita de Estado en España, concluyó su discurso en dicho lugar. Al parecer, no le gustaron sus alusiones a la situación que vive Venezuela, sin que se pueda explicar claramente, porque Sánchez ha reconocido a Guaidó como presidente de Venezuela, pese a no haber pasado por las urnas. Como digo no queda clara su actitud. Esa postura donde la más elemental educación quedó por los suelos, me hizo recordar otra que le costó a España algo más que la frustración de Zapatero durante años por no ser recibido en la Casa Blanca. Bush se negó a ello y sólo la llegada de Obama a la emblemática residencia, la abrió las puertas a su anhelo y al de sus hijas, que acudieron a la visita con una llamativa imagen gótica. La causa fue permanecer sentado en el desfile del Doce de Octubre al paso de la enseña norteamericana. La ignorancia estaba en desconocer lo que para los norteamericanos significa su bandera, que dista mucho de lo que piensan ciertos españoles de la suya, que no pasa de ser un trapo de colorines con el que uno puede sonarse los mocos.
La desconsideración hacia el presidente de un gobierno, que ha sido invitado a dirigirse al Congreso de los Diputados, de permanecer con los brazos cruzados, tendrá consecuencias como por ejemplo alimentar en Perú el rechazo a España que practican quienes están conformes con la Leyenda Negra. Sánchez no ha aprendido del error de Zapatero porque, como decíamos más arriba, la memoria es frágil, quizá, también porque es un digno discípulo suyo en cuanto a las formas y la manera de entender los problemas que tiene el país del que es presidente.
(Publicada en ABC Córdoba el 6 de marzo de 2019 en esta dirección)