La Champions League es lo más de lo más, el nivel máximo de competición. Tanto que el ocurrente Zapatero, con la visión de lince que le caracterizó, utilizaba esos dos vocablos para referirse a la categoría en que se movía la economía española hace solo cinco años. Era el tiempo en que el ex presidente del gobierno alardeaba de que nuestra renta per cápita sobrepasaría la de Francia en pocos meses, después de haber rebasado la de Italia.
Estamos pendientes de los partidos de vuelta de las semifinales de la Champions League, después de que los dos equipos españoles -FC Barcelona y Real Madrid- que han llegado hasta aquí en dicha competición, hayan recibido serios correctivos en forma de sonoras goleadas a manos de sendos equipos alemanes. Si los más apasionados madridistas disfrutaban ante el 4-0 con que el Bayern de Munich goleaba el martes a los de Messi y compañía, los barcelonistas acérrimos no se divirtieron menos con el 4-1 que el Borussia de Dortmund endosaba a Cristiano Ronaldo y sus muchachos el miércoles. Los partidos de vuelta se presentan -salvo milagro- como poco más que un simple trámite. Los medios de comunicación deportivos dirán que del CF Barcelona puede esperarse todo y lo mismo del Real Madrid. Lo harán para animar a la parroquia y que nadie baje de la nube, es decir, mantener obnubilados a los forofos. El negocio necesita madera para que la combustión continúe. Para que las estrellas de los clubes sigan cobrando cifras escandalosas que los tienen a «mal traer» con deudas millonarias a la Seguridad Social y a la Agencia Tributaria. Para que se sigan pagando cifras escandalosas por los traspasos de jugadores que se sienten tristes, ganando varias decenas de millones de euros anuales porque quieren cobrar más. Para que el precio de las entradas a los estadios cueste aquí el doble de lo que cuesta en Alemania para ver competir a los mismos equipos. Para que las cadenas de televisión paguen cifras astronómicas por retransmitir esos partidos que han colaborado a ponerlas al borde del colapso económico. Todo ello y mucho más se justifica, porque aquí, en España, con permiso del FC Barcelona, se juega la que consideran la liga más importante del mundo.
Quedan los partidos de vuelta y los milagros existen, pero las goleadas encajadas esta semana por los Messi, Ronaldo, Özil y Adriano -sumen ustedes millones- son una lección de humildad para tanto despilfarro, tanto galleo y tanto desafuero, dicho en el sentido de acción contraria a los consejos de la sana razón. No sé si aprenderemos la lección o si la semana próxima tendré que desdecirme de alguna cosa de las que hoy rubrico. Digo esto último por considerar un trámite los partidos de vuelta, en modo alguno por las otras cosillas que sostengo.
(Publicada en ABC Córdoba el 27 de abril de 2013 en esta dirección)