Antes de que la Logse entrara en vigor y causara los destrozos educativos que hoy son moneda común en el panorama académico nacional, quienes cursaban la enseñanza primaria y media —hoy degradada a secundaria en una siglas que la denominan como ESO—, aprendían que existe un género literario menor, pero lleno de atractivos al que se conoce con el nombre de fábula. Se trata de composiciones breves que pueden estar escritas tanto en prosa como en verso y en ellas a los animales se les humaniza: pueden hablar. La historia que se cuenta permite sacar una conclusión, a la que se conoce con el nombre de moraleja. Fue un género ya cultivado en la antigüedad, cuyo autor más renombrado en Grecia era Esopo, mientras que en el mundo romano alcanzó notoriedad Fedro.
El siglo XVIII, tan dado a la literatura moralizante, brillaron en el marco de la Ilustración, los fabulistas franceses. Es el caso de Jean de la Fontaine -todo un clásico del género- y Jean Pierre Clarís de Florian, quien convirtió en un auténtico bestseller, en los días de la Revolución, una novela dedicada al Gran Capitán y titulada “Gonzalve de Cordoue”. El éxito no se fundamentó en las cualidades del legendario soldado montillano, sino en que venció reiteradamente a los ejércitos reales franceses, en un momento en que la monarquía estaba cuestionada. El siglo XVIII también nos dejó las obras de nuestros más egregios fabulistas: Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego. A este último debemos una fábula conocida como “La zorra y las uvas” que cuenta una sencilla historia, muy antigua. Ya aparecía en las fábulas de Esopo y la volvieron a contar, con pequeñas variantes, Fedro y La Fontaine. En dicha fábula se cuenta como una zorra hambrienta se encuentra con una parra de la que cuelga un hermoso racimo de uvas que desea coger para saciar su hambre. Pero tras numerosos e infructuosos intentos, desiste. La zorra se marcha diciendo ¡No están maduras! La moraleja que ofrecían los fabulistas era que muchas personas fingen despreciar aquello que, en realidad anhelan, pero no pueden conseguir
Estos días hemos asistido a la clasificación para semifinales de la Copa del Rey del FC Barcelona. La noche en que las cosas se pusieron cuesta arriba para los culés, cuando salieron derrotados por un 2-0 del estadio Ramón Sánchez Pizjuán, las declaraciones del jugador Piqué -¡cómo no iba a ser Piqué- señalaban que la Copa del Rey no era este año un objetivo del club. Esas declaraciones, que nos recordaron de inmediato a la zorra de las uvas, fueron luego repetidas por una legión de corifeos, afines al FC Barcelona.
Con la eliminación del FC Barcelona de la Copa de Rey muchos de sus seguidores se hubieran quedado sin la astracanada de los pitos y los insultos porque un nutrido grupo de aficionados ha hecho gala, en la final de dicha competición, a la que han llegado con frecuencia en los últimos años, a silbar al himno de España y al Jefe del Estado. Unos sujetos que serán los mismos que se indignan si una chirigota de Cádiz pone en cuestión el “proces” o somete a su dictamen carnavalesco a personajes como Puigdemont. Fue en Sevilla donde empezaron a parecerles verdes las uvas, como a la zorra de la fábula, a Pique y los corifeos culés. Luego las uvas han madurado y se han clasificado. La Copa del Rey vuelve a ser del interés del CF Barcelona.
(Publicada en ABC Córdoba el 6 de febrero de 2019 en esta dirección)
FABULA
POR SER COJO NADIE ES MALO
SU DEFECTO CURA EL ARTE,
O BIEN LO REMEDIA EN PARTE,
CON BASTON MULETA O PALO.
AUNQUE COJO ESTE GONZALO
DE PIE, RODILLA O CADERA,
EL SOLO SU MAL TOLERA,
Y A NADIE ES TRASCEDENTAL,
¡¡¡SI NO ES COJO EN LO MORAL.
¿PODRAS ASIMILAR ESTA FABULA?