Ha salido humo blanco de las negociaciones para dar paso a un nuevo gobierno en Andalucía. Ha sido un acuerdo no exento de complicaciones, aunque resultaba patente, desde la noche electoral, que quienes habían votado diferentes marcas de la derecha, desde posiciones próximas al centro hasta posturas extremas, buscaban poner fin a casi cuatro décadas de gobiernos del PSOE.
La tarea que tiene por delante Juan Manuel Moreno Bonilla, una vez investido presidente, es complicada. Esas casi cuatro décadas en que la Junta ha estado en manos del PSOE le han permitido crear fuertes estructuras de poder, que van mucho más allá de los millares de cargos directivos o de confianza y que saben que su tiempo de salida de la administración está tasado. Nos referimos al tinglado, conocido como administración paralela, que durante años se ha ido tejiendo. Nos referimos a los organismos, como son, por ejemplo, los numerosos observatorios de las más variopintas cuestiones, creados en muchos casos para dar acomodo a sus fieles y que ha ido vertebrando un verdadero régimen clientelar que recuerda en muchos de sus aspectos al de la Restauración Canovista. Nos referimos a la trama de organizaciones regadas con subvenciones públicas, controladas por militantes y afines al partido socialista que han hecho de mangas capirotes en la creencia de que eran impunes.
No es esa la única dificultad a la que ha de enfrentarse el nuevo gobierno andaluz. También tendrá que hacer frente a la presión callejera. Ya hay anunciadas movilizaciones «feministas» para el próximo día 15 en la puerta del Parlamento de Andalucía, convocadas a causa de la astracanada planteada por Vox, junto a alguna que otra más, sobre la Ley de Igualdad de Género y que, pese a no aparecer en el acuerdo firmado con el PP, se mantendrán porque muchas de esas organizaciones están controladas por el PSOE. Los sindicatos de clase,UGT y CC.OO., manejarán la calle hasta donde les sea posible y, aunque su capacidad de convocatoria está muy disminuida, no debe perderse de vista. El gobierno presidido por Moreno Bonilla, digo el gobierno, se encuentra en minoría parlamentaria -el acuerdo con Vox lo es para la investidura- tendrá que lidiar con una cámara donde no resultará fácil obtener consensos. El PSOE tardará en digerir su derrota, contundente tanto por los resultados como por inesperada, y le costará mucho trabajo acomodarse al papel de opositor.
No espere Moreno Bonilla mucha colaboración. Tampoco de Adelante Andalucía, porque siendo la antítesis ideológica, la otra punta del espectro político, de VOX, no admite planteamiento alguno, por moderado que sea, proveniente de la derecha, en la que empieza a no hacer distingos. Moreno Bonilla ha obtenido, merced al acuerdo de investidura con VOX, la fumata blanca y cuenta con un acuerdo de gobierno con Ciudadanos, pero tiene por delante un panorama complicado empezando porque los necesarios apoyos parlamentarios han de provenir de dos formaciones que no hablan entre ellas. Veremos hasta donde llegan las exigencias de VOX, aunque se ha plegado en el acuerdo firmado a retirar las más llamativas de sus propuestas: dinamitar parte de la estructura autonómica, cambiar el día de Andalucía, expulsar a 52.000 inmigrantes o arremeter contra la legislación de igualdad de género.
Tiene, no obstante, la capacidad de tomar iniciativas inmediatas como abrir las ventanas y que entre aire fresco o tomar iniciativas de tipo fiscal, que contarán con un amplio aplauso.
(Publicada en ABC Córdoba el 12 de enero de 2019 en esta dirección)