Don Hilarión, uno de los protagonistas de la conocida zarzuela «La verbena de la Paloma», afirmaba que «los tiempos cambian que es una barbaridad». No le faltaba razón a don Hilarión. Hay que ver lo que ha cambiado en Cataluña el panorama de las calles a lo largo de un año. El que va de octubre de 2017 a octubre de 2018. El primer día de dicho mes, en 2017, la Policía Nacional tenía que emplearse a fondo para tratar de que la ley no fuera burlada. Hubo serios enfrentamientos entre quienes hacían burla de la legislación vigente, con la lamentable connivencia en muchos casos de los Mossos de Escuadra, que incluso llegaron a entorpecer la labor policial, y los cuerpos de seguridad del Estado: Guardia Civil y Policía Nacional. El independentismo catalán tuvo su jornada de gloria y sus líderes y gestores la aprovecharon para difundir cientos de imágenes, falseadas muchas de ellas, con las que denunciaban lo que denominaban violencia policial y represión del Estado español. Apuntaban a que los heridos, víctimas de esa violencia se contaban por centenares, casi mil, y que los hospitales y centros de salud de Cataluña estaban literalmente colapsados. Al día siguiente -salvo un par de casos- ninguno de los heridos estaba ya en los hospitales. Algo verdaderamente milagroso que va mucho más allá de la profesionalidad y capacidad de los servicios sanitarios de Cataluña. La verdad, como luego se supo, es que ni los heridos eran tantos y que, por el contrario, eran muy numerosos los tramposos. Muchos de los que aparecían como heridos por causa de la brutalidad policial no eran tales y algunos lanzaban acusaciones gratuitas, llenas de falsedades. Nada que a estas alturas nos extrañe porque la mentira forma ya parte indisoluble del relato de los independentistas catalanes. Mentiras sobre el pasado y mentiras sobre el presente.
Un año después, el primero de octubre de 2018, Cataluña en general y Barcelona en particular, han vuelto a vivir escenas de agitación callejera y enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad-en este caso se trataba de los Mossos de Escuadra-, y los radicales de la CUP. Ahora el culpable de la represión no son las «fuerzas de ocupación» del Estado opresor, es la policía autonómica catalana. Policía que ahora se queja de que la Generalitat los ha dejado a los pies de los caballos. Se quejan de algo que sus mandos, con el comisario Trapero a la cabeza, presuntamente orquestaron hace un año y los Mossos lo secundaron. A quienes entonces dejaron a los pies de los caballos fue a los agentes de la Guardia Civil y Policía Nacional que se las vieron y desearon para cumplir con lo que era su obligación: tratar de impedir un referendun ilegal. En esta ocasión los líderes independentistas, contra los que han clamado quienes pretendían, entre otras cosas, asaltar el Parlamento catalán, no han hecho circular por el mundo la actuación de los Mossos. Guardan un oprobioso silencio sobre los heridos, que los ha habido, y sobre las cargas protagonizadas por los Mossos. Como también lo guardan sobre el fenomenal fiasco político, amén del económico, que ha supuesto el independentismo quebequés, que ha sido uno de los espejos en que han estado mirándose los independentistas catalanes… hasta ahora.
Es que, como decía don Hilarión, los tiempos cambian que es una barbaridad, y es tiempo quien, muchas veces, termina poniendo a cada cual en su sitio.
(Publicada en ABC Córdoba el 17 de octubre de 2018 en esta dirección)