Hoy, cuando buena parte del empleo está generado por los autónomos y por las pequeñas y medianas empresas, habría que preguntarse cuántos empresarios tenemos que merezcan el nombre de tales. La respuesta, sin duda, es que los hay, pero, como en la hipótesis señalada más arriba, habría que matizarla. ¿Cuántos que se llaman empresarios son simples mercaderes? ¿Cuántos están sólo pendientes de la subvención? ¿Cuántos tienen su capital en cuentas opacas en el extranjero? ¿Cuántos sólo se han dedicado al llamado pelotazo: comprar, vender y ganancia rápida, como los mercaderes, y se llaman empresarios? El anterior presidente de la CEOE está en la cárcel imputado de graves delitos societarios. El actual, cuando habla, además de decir sandeces, como descalificar a los funcionarios pidiendo que se queden en casa para no gastar luz, teléfono o papel, sólo lo hace para exigir subvenciones, ventajas fiscales, condiciones laborales lamentables para los trabajadores y denunciar a todos, menos a los empresarios corruptos. El vicepresidente de dicha patronal, haciendo gala de zafiedad, se excusa del desaguisado de Bankia, de cuyo consejo de administración formaba parte, diciendo que no se leía los papeles. En muchas organizaciones empresariales quienes las presiden ni siquiera tienen empresas; tenemos ejemplos cercanos de esa circunstancia, que sólo puede calificarse de gravísima. Su actividad está dictada más por conseguir subvenciones o ventajas fiscales y por actitudes mercaderiles, que por iniciativas empresariales, que no ejercen, porque no son empresarios.

En nuestra Córdoba, capital y provincia, existen estos mercaderes que, a cuenta de la crisis, están haciendo su agosto. Aprovechando la coyuntura para explotar a los trabajadores hasta niveles que rozan la extorsión, tanto en lo referente a salarios como a horarios. Recuerdan a aquellos explotadores del primer capitalismo cuando las jornadas laborales no tenían fin y los salarios eran de supervivencia. Dejemos sentado que no son todos, ni mucho menos, pero haberlos los hay y su actividad es más frecuente de lo que imaginamos. Presumen de empresarios sin serlo y manchan el nombre de quienes verdaderamente lo son, generan riqueza, dan empleo y bienestar. Es necesario desenmascararlos, ellos son tan culpables de la crisis y de la situación de desánimo por la que atravesamos, como los políticos corruptos o quienes cobran el desempleo trabajando en la economía sumergida.

(Publicada en ABC Córdoba el 13 de febrero de 2013 en esta dirección)

 

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