Supongo que muchos de ustedes han estado en países islámicos y han visitado alguna de sus mezquitas -hay ejemplos arquitectónicos ciertamente extraordinarios-, con la finalidad de conocer su interior. Seguramente han sido requeridos para cumplir ciertos requisitos, pese a que la mayoría de ustedes, también supongo esto, no son practicantes de la religión islámica. Supongo que han tenido que descalzarse porque la religión musulmana así lo tiene prescrito para entrar en las mezquitas. En el caso de las mujeres habrán tenido, además, que cubrirse la cabeza con un pañuelo o incluso ha sido obligatorio para entrar ponerse unas amplias túnicas que cubren el cuerpo de la cabeza a los pies. Supongo igualmente que no se les ha ocurrido ponerse a dirigir, pongamos por caso, el rezo de un rosario en el interior de una mezquita. Las razones son numerosas para no hacerlo; entre otras porque los musulmanes lo habrían considerado una intolerable provocación y, posiblemente, se hubieran visto en una situación que nos vamos a limitar a calificar como complicada.
Estos días se ha celebrado en Córdoba un juicio por el altercado que se produjo en la Catedral de Córdoba, consagrada al culto cristiano desde hace casi ochocientos años y que se levanta sobre la mezquita que construyeron los Omeyas hace más de mil. Un grupo de musulmanes de nacionalidad austríaca decidieron ponerse a orar según las prescripciones coránicas y los agentes encargados de la seguridad del templo les señalaron la prohibición de hacerlo. Como consecuencia de ello hubo forcejeos, enfrentamientos y actos de violencia, cuyos protagonistas sostienen versiones diferentes de cómo se desarrollaron los hechos. Es el juez quien se ha encargado de dirimirlo, absolviéndolos.
¿Se imaginan algo similar, pero con los papeles de los protagonistas cambiados? ¿Se imaginan que hubiera ocurrido si un grupo de cristianos se hubieran puesto a rezar el rosario en una mezquita musulmana? ¿Se imaginan que lo ocurrido en la catedral de Córdoba hubiera sucedido en una mezquita de El Cairo, Bagdad o Teherán? Habrá quien invoque que la Catedral cordobesa antes fue mezquita. ¿Se imaginan a cristianos rezando en la antigua basílica de Santa Sofía de Constantinopla, convertida en mezquita por los otomanos tras la conquista de la ciudad, mientras fue templo musulmán hasta hace unos años?
Los musulmanes exigen, con toda razón, respeto para visitar sus lugares de culto, no se plantean que se ore a un Dios que no sea Alá y según se prescribe en el Corán. Pero resulta evidente que algunos de esos mismos creyentes no parecen dispuestos a profesar un respeto recíproco. A los hechos acaecidos en Córdoba, que son asuntos menores para lo que está ocurriendo en otras partes, me remito.
(Publicada en ABC Córdoba el 9 de febrero de 2013 en esta dirección)