Con mucha frecuencia, asistimos en el Ayuntamiento, de un tiempo a esta parte, a discusiones -la verdad es que siempre las hubo-, que con toda propiedad podemos llamar bizantinas. Se llevan a los plenos municipales asuntos sobre los que la Corporación no tiene competencias o se tratan otros que poco o nada tienen que ver con las cuestiones que realmente preocupan a los cordobeses o ponen de manifiesto donde está el nivel. Para muestra algunos ejemplos de lo ocurrido en el último pleno. Un concejal -concejala en este caso- hace mutis por el foro para no pronunciarse sobre una cuestión. Tenía que decidir si estaba al lado de su grupo o de su marido -ciertamente se trataba de una tesitura espinosa- y la edil entendió que atentaba contra su dignidad; optó por marcharse. Un concejal preguntó a otro si ocuparía su asiento en el Palco del Ayuntamiento la próxima Semana Santa o si pensaba acudir a la romería del Rocío, todo ello al hilo de una moción llevada a debate -presentada por el grupo del concejal interpelado-, cuyo objetivo era reprobar al obispo de la diócesis. Otro capitular elevaba una protesta al secretario de la corporación, quejándose de que otros ediles de su propio grupo lo llaman «fantoche, mierda y payaso».

Como verán, todos ellos son asuntos de capital importancia para los habitantes de la ciudad desde la que un día se rigieron los destinos de los habitantes de la Península Ibérica.

Hay ocasiones en que los bizantinos quedarían como simples aficionados ante ciertas actitudes de nuestros ediles. Mientras el Palacio de Congresos en una nebulosa, la Ciudad de la Justicia ni se sabe dónde, el Aeropuerto sin despegar y bajo mínimos, la Ribera cerrada al tráfico… y, por cierto, envuelta en una discusión bizantina sobre su futuro y mucha gente perjudicada. En esto de la Ribera hay quien no tiene vela en el asunto y pretende irrogarse atribuciones que no son de su competencia. Vamos… tomar decisiones que no le corresponden.

(Publicada en ABC Córdoba el 26 de enero de 2013 en esta dirección)