Para el Córdoba CF la temporada que concluye es para enmarcar en dos cuadros muy diferentes. En uno, con el fondo negro, habría que dejar consignada la primera parte, la que abarcaría dos tercios de temporada. Es el tiempo de los González, quienes después de dejar al club hundido en los últimos puestos de la tabla, se dieron el piro. En el otro, el tiempo de Jesús León y Luis Oliver, los tonos son de un colorido mucho más brillante. Esta segunda etapa es para enmarcar. Una extrapolación al conjunto de la temporada de los resultados deportivos obtenidos en esta fase, habrían permitido al Córdoba estar en la cabeza de la tabla, peleando por el ansiado ascenso a la división de honor.
Serán muchos los que pensarán que ha llegado el momento supremo en el último partido. Que ha llegado lo que en el mundo taurino se denomina la hora de la verdad, cuando el diestro, con el acero en la mano, se dispone a entrar a matar. Pero la hora de la verdad se produjo mucho antes. Fue con el cambio de dueño de la institución cordobesa que cuenta con la mayor masa social de la ciudad. El Córdoba CF no hubiera, en modo alguno, llegado a la situación en que hoy se encuentra si los González sostuvieran hoy el timón. El equipo estaba encogido y bajaba los brazos antes de tiempo, con la afición descorazonada y la ilusión perdida. Ahora se lucha hasta él último minuto y prueba de ello es lo ocurrido en muchos de los últimos partidos poco antes del pitido final. Fue la nueva directiva quien dio un giro copernicano a la situación por la que atravesaba el club a principios de año y la afición ha respondido como sabe hacerlo cuando hay un resquicio de esperanza. Han sido los aficionados, alentados por una directiva, quienes han dado alas al equipo no solo en El Arcángel, sino en predios muy lejanos a los que para llegar había que doblar el mapa -léase, por ejemplo, Reus- para dar aliento a unos jugadores aclamándolos a la entrada del estadio, como si estuvieran en casa. Bastó que se les facilitaran los medios para que se volcaran con el equipo, incluso acompañándolo en sus desplazamientos.
Los éxitos de las últimas semanas, luchando contra el reloj, han desatado la euforia en Córdoba como atestiguan las largas filas de aficionados, dispuestos a aguardar horas en una cola, con tal de hacerse con una entrada. Lo que hace poco más de dos meses parecía imposible, está hoy al alcance de la mano. Es la hora de la verdad en la que muchos piensan, pero el trabajo está hecho. Haber llegado hasta la orilla sin naufragar ya es un éxito verdaderamente extraordinario habida cuenta de las condiciones en que se entregó el barco. Pase lo que pase frente al Sporting de Gijón, un primera división «in pectore», y ocurra lo que ocurra en otros estadios, el éxito que supone la comunión entre directiva, jugadores y afición está logrado. Sólo falta coronarlo.
Convencido de que el Córdoba CF va a permanecer en la división de plata del fútbol español en esta jornada final, lo importante es que se han puesto los cimientos para que aquello, que la afición cordobesista se merece, suceda en la próxima temporada. Porque la hora de la verdad tuvo lugar cuando cambiaron quienes estaban a cargo del timón.
(Publicada en ABC Córdoba el 2 de junio de 2018 en esta dirección)