El título de la columna responde a que es la segunda vez que abordamos algún aspecto relacionado con Medina Azahara. En enero de este año lo hicimos con motivo de la presentación de la candidatura para que la vieja ciudad palatina de los Omeyas fuera declarada Patrimonio de la Humanidad. (Puede leerse aquí: https://www.josecalvopoyato.com/Inicio/medina-azahara-josecalvopoyato/). Decíamos entonces que durante mucho tiempo Medina Azahara fue una ensoñación perdida, incluso confundida con los restos de la Corduba romana. Fue hasta que los eruditos renacentistas, con Ambrosio de Morales a la cabeza, aportaron las primeras pistas, no se supo que se trataba de una joya de la arquitectura califal. Luego, fue necesario esperar hasta las primeras décadas del siglo pasado -hace algo más un siglo- para que se iniciaran las excavaciones y un lento proceso de restauración que, siendo tarea de titanes, avanza a trompicones y con inversiones muy inferiores a las que requiere una obra de tan colosal envergadura. El paso del tiempo ha estado marcado por la lentitud y la pasividad de las diferentes corporaciones municipales que han tolerado un proceso de parcelación urbanística que ha afectado de forma grave su entorno.
Ahora Medina Azahara ha dado un paso muy importante en la consecución de su objetivo de ser Patrimonio de la Humanidad, tras el informe favorable de Icomos. Pero ese informe está acompañado de dos advertencias. Una de ellas nos parece menor y, teniendo en cuenta que el organismo en cuestión no se ha caracterizado en otras ocasiones por su rigurosidad -recuérdese lo que decía su directora Begoña Bernal a propósito de la apertura de una puerta en la Mezquita-Catedral-, no parece algo grave. Nos referimos a los efectos del agua sobre la piedra caliza con que se labraron los sillares y otros elementos arquitectónicos de la ciudad palatina. Ese problema es algo que sufren centenares de importantes monumentos y sitúan a Medina Azahara como uno más entre los muchos a los que han que protegerse, en la medida de lo posible, de los ataques de esos agentes que son propios del paso del tiempo.
La segunda advertencia es mucho más preocupante. Está referida a las parcelas que rodean al monumento y que, en otro momento en que se buscó la declaración patrimonial, fueron esgrimidas por el mencionado organismo como un obstáculo insalvable para obtener dicho galardón. Pero ya se sabe… “donde dije digo, digo Diego” y pelillos a la mar. Porque es cierto que de un tiempo a esta parte se ha detenido el proceso de parcelación, pero no lo es menos que no se ha avanzado prácticamente nada en ese terreno. A diferencia de la advertencia sobre los efectos del agua, afrontar el problema de las parcelaciones tiene una fuerte connotación social. Tanto que los planes de expropiación planteados otro tiempo fueron abandonados y, desde hace algunos años, se ha apostado por un control paisajístico, que no deja de ser un parche para tapar el problema con una pantalla.
Celebremos el paso dado, muy importante para alcanzar la calificación de Patrimonio de la Humanidad, pero no perdamos de vista que dicha declaración conlleva obligaciones. Medina Azahara es una ciudad monumental y en más de un siglo, las inversiones realizadas han sido verdaderamente exiguas para que lo que ese monumento demanda. Esperemos que, una vez logrado el empeño, el dinero que ha llegado con cuenta gotas fluya con más generosidad. Como decíamos hace unos meses, Medina Azahara lo merece
(Publicada en ABC Córdoba el 19 de mayo de 2018 en esta dirección)