Hace algunos años, fue allá por la primavera del año 2011, hubo una responsable política alemana que actuó muy a la ligera. Hizo unas declaraciones sin fundamento y sin calcular las consecuencias que se derivaban de ellas. Me refiero a quien en aquella fecha era la responsable de la sanidad pública en Hamburgo. Su nombre era Cornelia Prüfer-Storks. No se lo pensó dos veces a la hora de señalar a los pepinos españoles como culpables de una epidemia -hubo quince muertos y más de un centenar de afectados- que se había desatado en Alemania, provocada por una bacteria denominada E.coli. Luego resultó que la culpa no era de los pepinos, pero el daño causado para las frutas y hortalizas españolas en general y a los pepinos en particular fue muy grave. Es probable que alguno de ustedes recuerde las penosas imágenes ofrecidas entonces sobre la destrucción que hubo de llevarse a cabo de cientos y cientos de toneladas de pepinos, cosechados en Almería. No había compradores porque los mercados europeos les habían sido bloqueados. La culpa que Cornelia Prüfer-Storks achacaba a los pepinos españoles, era de unas semillas que se cultivan en Alemania como demostraron, pocos días después, las pruebas de laboratorio. La tal Cornelia dio una serie de explicaciones, pero el daño ya estaba hecho.

Ahora todo apunta a que tenemos una nueva Cornelia, una Cornelia bis. La que en esta ocasión se ha ido de la lengua, según unas declaraciones recogidas por un diario alemán, es la ministra de Justicia teutona. Se llama Katarina Barley y sus declaraciones señalan que le parece “absolutamente correcta” la decisión de un tribunal regional de Alemania que ha descartado que Carles Puigdemont, fugado de la justicia española y reclamado, por un magistrado del Tribunal Supremo de España, a través de una euroorden, sea culpable de los delitos de rebelión y sedición.

Las declaraciones de la ministra, al igual que en el caso de las de Cornelia Prüfer-Storks, han causado, amén de un notable revuelo, un profundo malestar en nuestro país. Katarina Barley pretende ahora arreglar el desaguisado, mediante unas aclaraciones del portavoz de su ministerio en la que viene a desdecirse de lo dicho. Pero el daño, como en el caso de los pepinos, ya está hecho. No sé qué clase de relación tiene la tal Katarina con el independentismo catalán, pero no quiero pensar que sus declaraciones apunten a cierta condescendencia con aquellos catalanes que abogan por el independentismo y que hacen gala de una detestable actitud de superioridad con respecto al resto de los españoles. Una actitud de superioridad que recuerda a la que mostraron los alemanes cuando, masivamente, dieron un elevado apoyo electoral a los nazis, encabezados por Adolf Hitler, en los años treinta de la pasada centuria. Un apoyo que lo llevó a la Cancillería de la república de Weimar, y que condujo a su desaparición y al nacimiento del Tercer Reich. Una de las consecuencias fue la mayor conflagración bélica conocida hasta el momento por la humanidad.

Sus declaraciones hechas sobre la base de una notable ignorancia sobre el fondo de los hechos acerca de los se opina, teniendo en cuenta que han sido hechas por quien ocupa un importante cargo de responsabilidad pública, no se limpian con unas rectificaciones posteriores por la sencilla razón de que el daño que ha causado con ellas tampoco se lava fácilmente.

(Publicada en ABC Córdoba el 11 de abril de 2018 en esta dirección)

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