La denominación «dehesa urbana» suena a oxímoron a primera vista. Dehesa y urbana son dos palabras de significado opuesto que originan un nuevo sentido. Dehesa es un término rural que sería lo contrario de urbano. Pero el diccionario de la Real Academia de la Lengua señala que dehesa es un término acotado, si bien añade que por lo común está dedicado a pastos. Por eso hay dehesas potriles, donde pastan los potros; dehesas carneriles, donde quienes lo hacen son los carneros; o dehesas boyales destinadas a que los bueyes pasten. Lo que Córdoba va a tener es una dehesa urbana. Es decir -los malpensados esperan algo diferente-, una dehesa para el solaz de los cordobeses, aunque esto de dedicar una dehesa al ocio no está contemplado de forma explícita en el diccionario. Obsérvese que ese texto, referencia de nuestra lengua, indica que «por lo común está dedicado a pastos». No exclusivamente a pastos. Por lo tanto ha de admitirse como posible que una dehesa urbana como la que se está diseñando en Córdoba, esté dedicada al ocio y al solaz ciudadano.
La historia de lo que ha devenido en dehesa es larga en el tiempo y rica en acontecimientos. Es en los que va a quedar lo que otrora se denominara como Parque de Levante, si es que los munícipes gubernamentales lo llevan definitivamente a cabo. Fue en la pasada centuria, más concretamente en 1984 -hace un tercio de siglo, que no es poca cosa- , los vecinos de la zona Este de la ciudad empezaron a plantear la necesidad de una zona verde. Entonces era alcalde Julio Anguita. En la Gerencia de Urbanismo no se acabaron de echar cuentas hasta comienzos de este siglo y se evaluó el coste de ejecución de lo que se denominaba Parque de Levante en cerca de quince millones de euros. En ese tiempo por la alcaldía habían pasado, además de Anguita, Herminio Trigo, Manuel Pérez, Rafael Merino y era primera edil, Rosa Aguilar. Se necesitaron todavía algunos años más hasta que el proyecto se puso en marcha. Como es habitual se anunció a bombo y platillo el comienzo de las obras, sería en el área «perolera» de Molino de los Ciegos. Con el boato que la ocasión requería, después de tan larga espera, se colocó la primera piedra el 10 de marzo de 2006. Lo hicieron el entonces presidente de la Diputación, José Mellado, y la alcaldesa Rosa Aguilar. La espera vecinal había sido prolongada, pero existía la creencia de que había merecido la pena. Iba a ser un megaparque con cerca de trescientos cincuenta mil metros cuadrados. Pero año y medio después todo se paraliza y se redacta un nuevo proyecto que se pondrá en marcha, pero las obras se suspendieron, para quedar definitivamente paralizadas en octubre de 2010. Ha pasado por la Alcaldía, tras la espantada de Rosa Aguilar, Andrés Ocaña, José Antonio Nieto hasta llegar a Isabel Ambrosio y hemos llegado a la Dehesa Urbana un mini proyecto que reduce el megaparque a una mínima expresión.
¿Recuerdan el Palacio del Sur? el gran Palacio de Congresos que sería la referencia del Sur… de España. Lleva años durmiendo, esperemos que no sea el sueño de los justos. El proyecto inicial ha quedado en agua de borrajas. Deseamos que las borrajas florezcan abundantes en la Dehesa Urbana de Córdoba.
(Publicada en ABC Córdoba el 21 de marzo de 2018 en esta dirección)