La ignorancia acerca del nombre de las calles es algo extendido, incluso entre quienes andan hurgando en el callejero. En Málaga hay una calle denominada Jardín de la Abadía y los malagueños, incluido el vecindario de la zona, creen que el nombre procede la existencia en el lugar de una abadía, hoy desaparecida.

Es a lo que incita el nombre. En realidad la calle debería de haberse rotulado como Jardín de Abadía pues el consistorio malagueño -nos estamos refiriendo al siglo XIX-, dedicó una calle al general Francisco Javier Abadía, no tanto por sus méritos militares, cuanto por haber promovido un jardín botánico, que desgraciadamente desapareció.

En los años de la Transición, cuando se cambiaron los nombres de muchas calles porque suponían una exaltación a los vencedores de la contienda civil, también se cometieron lamentables errores. En Cabra, por ejemplo, se cambió el nombre a la calle Comandante Silva, que había sido rotulada con su nombre por su actuación en la guerra de África. Hubo contumacia en el error, al ser rotulada como Alonso Uclés, cuando en realidad su nombre tradicional había sido Alonso Vélez. La calle era conocida, popularmente, como «Onsabeles».

Desde hace una década, como consecuencia de la aplicación de la ley de Memoria Histórica promovida por Rodríguez Zapatero, los errores en el callejero se suceden continuamente. En buena medida debido al talante inquisitorial de algunos de los encargados de su aplicación en lo que al callejero se refiere. Pretenden ver «demonios franquistas» por todas partes.

Ha ocurrido en Cáceres, donde se ha quitado un escudo de los Reyes Católicos -utilizaban el águila de San Juan en su heráldica- por considerarlo un símbolo franquista. En Sevilla se eliminó la Avenida del General Merry, dedicada al general que lucha en la guerra de Cuba, al confundirlo con su hijo. En Alcalá de Henares estuvo a punto de quitarse la calle al Teniente Ruiz, uno de los héroes del Dos de Mayo, porque para las pesquisas de estos modernos inquisidores el nombre tenía tufillo franquista. En Alicante se pretende eliminar, por increíble que parezca, el nombre de la calle Luceros con el sólido argumento de que podría interpretarse como alusión a una estrofa del Cara al Sol.

Las meteduras de pata de los podemitas en el callejero del Madrid de Carmena agotarían el espacio de que dispongo y quiero dedicar unas líneas a Córdoba, donde ahora se anda buscando nombre para las calles recientemente borradas del callejero.

Hubo quien se planteó cambiar el nombre de la avenida de la Victoria, desconociendo que deriva del convento de Nuestra Señora de la Victoria desde principios del siglo XVI hasta 1835. Como señalaba hace unos días Juan Galán Ruiz de Adana, en 1986 desapareció, entre otros, el nombre del teniente Carbonell, un «franquista» que había muerto en 1923, luchando en la guerra de África. También se confundió con un ministro franquista a un funcionario del ministerio de la Vivienda, llamado Javier Martín Artajo o a Ruano Girón, una referencia de la primitiva arqueología cordobesa, al que se dedicó una calle en 1882, en este caso confundido con un «falangista de pro».

En estos tiempos de mudanza el callejero, por mor de la ignorancia o de quienes actúan como inquisidores, vive cambios agitados.

La ignorancia de los de la memoria histórica, puesta en marcha en muchos lugares por verdaderos indocumentados en los que prima fundamentalmente un fuerte espíritu de revancha, ha dado lugar a sonoros patinazos, más allá de injusticias.

(Publicada en ABC Córdoba el 14 de marzo de 2018 en esta dirección)

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