Con la celebración del «Día de…» se respondía a una tendencia que viniendo de lejos —el Día del Trabajo tiene su origen en un Congreso obrero celebrado en París en 1889—, se ha ido configurando con intensidad creciente a lo largo del pasado siglo y en lo que llevamos de este. Surgieron así el Día de la Madre, o del Padre, o de los Enamorados —este último un invento del Corte Inglés— hasta llegar a nuestro tiempo en que se ha consagrado un día para reivindicar alguna cuestión. El resultado es que ya hay más reivindicaciones que días tiene el año. Hemos elaborado una especie de calendario laico que ha sustituido al litúrgico. Hay día del medio ambiente, del sida, del cáncer, de la mujer trabajadora. Hoy sin ir más lejos es el Día del Pensamiento Scout y Día Mundial de la Encefalitis. Ayer fue el día Mundial de la Lengua Materna. En lo que llevamos de mes se han celebrado el Día Mundial del Galgo, el de los Humedales, el de Internet Seguro o el de Tolerancia Cero a la mutilación Genital. También se celebra este mes el del Orgullo Zombie, el Día Mundial del Soltero o del Gato.

Quiero con esto decir que la celebración de los «Días de algo» ha proliferado de tal forma que ha perdido buena parte del carácter reivindicativo que, en su origen, tuvieron los «Días conmemorativos». Ha ocurrido con el día de Andalucía, institucionalizado el 28 de febrero, por la Junta de Andalucía. El carácter reivindicativo de otro tiempo ha desaparecido, quedando en una celebración festiva que, en función de la citada fecha en el calendario, pueda convertirse en «puente» para una escapada.

Los más jóvenes se preguntan la razón de que esa fecha sea el Día de Andalucía. Son muchos los que ignoran que en 1980 los andaluces respondieron a una pregunta enrevesada: «¿Da usted su acuerdo a la rectificación de la iniciativa prevista en el artículo 151 de la Constitución a efectos de la tramitación por el procedimiento establecido en dicho artículo?». No aparecían en la pregunta ni la palabra Andalucía ni Autonomía cuando lo que se estaba votando era si los andaluces optaban por la vía del artículo 151 de la Constitución para acceder a una autonomía plena, como Cataluña, el País Vasco o Galicia.

Hace treinta y ocho años los cordobeses acudieron a votar en un elevado porcentaje pese a los llamamientos desde el gobierno, entonces de la UCD, y de Alianza Popular a no hacerlo. En Córdoba y su provincia votaron 363.484 electores, lo que representaba el 69,74 por ciento de un censo de 521.527. Dijeron «sí» 313.156. Optaron por el «no» 20.364 y por la abstención 157.643. La victoria del «Sí» era aplastante, pero los resultados se contabilizaban en función de la totalidad del censo, lo que los reducía al 60,09 por ciento. Un resultado muy positivo para quienes propugnaban el «sí» dado que la abstención apenas superaba en unos puntos la que suele ser habitual entre los cordobeses. Todo un éxito ya que la campaña no contó con propaganda en los medios públicos por decisión gubernativa y por aquel entonces la televisión que se veía en Córdoba sólo era pública, como sólo pública era la prensa provincial.

Resulta conveniente recordarlo porque los orígenes de la celebración del Día Andalucía, aunque descafeinada por la propia Junta, no deben olvidarse.

(Publicada en ABC Córdoba el 28 de febrero de 2018 en esta dirección)

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