La segunda puerta podría ser el sugerente título de una novela negra. Haría pensar al lector en la existencia de una primera y, desde luego, a poco que se le envuelva en los efectos adecuados, se convierte en inquietante lo que se oculta tras una puerta. No es exactamente una novela negra, pero tiene algunos ribetes del género lo que está deparando la segunda puerta de la Mezquita-Catedral de Córdoba.

La segunda puerta ha sido objeto de debates, de informes poco ortodoxos desde una perspectiva histórica, de declaraciones inadecuadas por parte de la directora del Comité Español del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Histórico-Artísticos y, como no podía ser de otro modo, de rifirrafes políticos. Todo ello por el deseo del Cabildo catedralicio -propietario del inmueble por la donación hecha por Fernando III al conquistar Córdoba en 1236 sin que nadie a lo largo de los siglos transcurridos haya dicho esta boca es mía- de que pudiera quedar expedita la puerta original del monumento, cerrado por una celosía en los años setenta del pasado siglo. Después de muchos dimes y de más diretes, el cabildo obtenía la preceptiva licencia para llevar a cabo la apertura, bajo unas estrictas condiciones.

La retirada de la celosía ha hecho posible efectuar un estudio arqueológico de los estratos del suelo y ha permitido descubrir el hallazgo de dos muros y el pavimento de una edificación anterior a la construcción musulmana. Los datos obtenidos señalan que puede situarse cronológicamente en el siglo VI, cuando Córdoba era una de las ciudades más importantes de la monarquía visigoda, no sólo por su papel destacado en la Bética, sino porque en las décadas anteriores a la invasión musulmana en Córdoba se urdieron conjuras, se tejieron alianzas o se anudaron acuerdos que influyeron en el conjunto de la monarquía visigoda.

Lo que el estudio arqueológico ha revelado es una sucesión de pavimentos que van desde el que se debe a la intervención de Félix Hernández hace algo menos de un siglo, restos de una estructura del templo cristianizado en el siglo XV, de la mezquita de la época de los omeyas -Abderrahman III y I- y restos relacionados con dos tumbas de un complejo episcopal de la época visigoda, cuyo centro sería la basílica de San Vicente, y que según las crónicas musulmanas serían expropiado a los mozárabes a mediados del siglo VIII.

Hay un detalle, poco conocido, sobre la existencia de un templo cristiano anterior a la construcción de la mezquita musulmana y que recogió Ocaña Jiménez en un artículo titulado «Precisiones sobre la historia de laMezquita de Córdoba». Se refiere a la petición realizada, allá por el año 1080 por parte el monarca castellano-leonés, Alfonso VI, que estaba por estos lares imponiendo tributos al sevillano Al Mutamid, para que su esposa, Constanza de Borgoña que estaba embarazada, pudiese entrar en la mezquita cordobesa para dar a luz «en cierta parte del costado occidental del templo islámico, la cual había sido indicada por las dignidades eclesiásticas de su corte como correspondiente el emplazamiento de la iglesia sobre la que los musulmanes construyeran la Gran Aljama».

En torno a la basílica de San Vicente se han tejido toda clase de leyendas que han llevado a cuestionar su existencia. Sin embargo, fuentes algo más que literarias y hallazgos arqueológicos revelan que la historia de la Mezquita-Catedral es mucho más compleja de lo que a primera vista pudiera parecer. La segunda puerta parece estar dando más juego de lo que alguno suponía.

(Publicada en ABC Córdoba el 17 de febrero de 2018 en esta dirección)

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