Los patios de Córdoba están de enhorabuena al ser declarada su fiesta Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Reconoce el mencionado organismo que los patios y su fiesta «son un evento comunal que proporciona un sentido de unidad y continuidad a los habitantes de Córdoba». Más allá de la rimbombancia que acompaña a este tipo de declaraciones, hay que decir que ésta tiene mucho de verdad. Cierto que en dicha afirmación, como en todas las de su clase, hay algo de lirismo, pero hay también un fondo de verdad indiscutible. Los patios de Córdoba -no sólo los que ahora son el símbolo del mayo festivo cordobés- han estado presentes en la vida de la ciudad y de sus vecinos a lo largo del tiempo y su continuidad está más que acreditada a través de los siglos. En la Colonia Patricia, germen de la Corduba romana, el patio era el eje en torno al cual se articulaban las demás dependencias de la vivienda. Ese mismo papel desempeñó el patio en la vivienda musulmana y ya en época cristiana fueron el lugar de reunión en las casas de vecinos, un espacio común que quedaba al cuidado de todos.
Que los patios de Córdoba y la vida, festiva sin duda en nuestro tiempo, sean Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, significa que tienen algo intangible, algo espiritual que va mucho más allá de la belleza, sin duda importantísima, resultado del trabajo, del esfuerzo y sobre todo del mimo de quienes los cuidan y, año tras año, les proporcionan el vigor que atesoran para florecer en mayo, con la explosión de la primavera. Su declaración no es una cuestión baladí y mucho menos en tiempos tan recios como los que hemos de encarar. Suponen un apoyo, un espaldarazo internacional que, no sólo hace justicia a una realidad que aglutina a los cordobeses y a quienes nos visitan en eso días inigualables, sino un acicate para atraer visitantes y, a la postre, riqueza para nuestra depauperada economía.
La distinción sitúa a Córdoba en un lugar de privilegio, al formar parte del reducido grupo -algo más de dos centenares de realidades culturales catalogadas con esta distinción- de lugares que cuentan con eventos que por su interés e importancia han sido acreedores a tan importante distinción. Han sido muchas las ilusiones y notables los esfuerzos para alcanzar esta meta, ahora toca sacarle provecho por encima de las rivalidades, las rencillas y hasta de las envidias que tanto lastre han puesto a las alas de Córdoba. Son una ayuda impagable para que vuele hacia metas soñadas porque nuestros patios han dejado de ser particulares para convertirse, nada más y nada menos, que patrimonio de la humanidad
Vaya mi modesta felicitación a todos aquellos que con su entrega, su esfuerzo y su ilusión han hecho posible esta espléndida realidad.
(Publicada en ABC Córdoba el 8 de diciembre de 2012 en esta dirección)