Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua tenemos diferentes acepciones para la palabra “patulea”. Entre otras, señala que es una partida de gente desordenada y violenta. En el caso de “botarate” se define así a la persona alborotada y de poco juicio. Podríamos concluir, pues, que una patulea de botarates sería un grupo de gentes desordenadas y violentas, que alborotan con poco juicio.

Eso es la imagen que han ofrecido algunos de los más cualificados líderes del independentismo. Sería el caso de Carmen Forcadell la que fue en los días de septiembre y octubre del pasado año presidenta del Parlamento de Cataluña -ahora no quiere volver a repetir la experiencia, suponemos que con harto dolor de su corazón- y sostenía por aquellas fechas que no daría un paso atrás en la vía unilateral de independencia ¿declarada? bajo su presidencia. Sólo unas semanas más tarde, le faltó tiempo -solo una noche en prisión- para dar los pasos atrás. Era lo que le reclamaba el juez. Afirmó que todo aquello era simbolismo, una pura entelequia. Toda una manifestación de poco juicio declarando una cosa y la contraria.

Algo más de tiempo -unos pocos meses- han tardado los llamados “jordis”: Cuixart y Sánchez, alborotadores de la masa -las imágenes no dejan lugar para la duda-, a la que instaban a enfrentarse a la fuerzas de seguridad del Estado en la pantomima del referéndum del 1 de octubre o exaltaban los ánimos de miles de apandillados. Obligaron a una secretaria judicial a salir de un edificio por la gatera, destrozaron tres vehículos de las fuerzas de seguridad del Estado y obligaron a permanecer retenidos en el interior de dicho edificio durante largas horas a los agentes que cumplían un mandato judicial. Ahora, ante el juez señalan que el mencionado referéndum carecía de validez -el único válido es el que convoque el Estado- o que la vía unilateral de independencia era una entelequia a la que renuncian de forma expresa.

Otro tanto ocurre con el exconsejero de Interior, Joaquín Forn. El altivo independentista a quien los españoles le dábamos lástima. Ahora hace propósito de enmienda. Incluso renunciaría a su escaño, caso de que sus conmilitones insistan en la vía unilateral de independencia. Añádase a ello que escurre el bulto -todo un gesto de gallardía- en lo referente a la lamentable actuación de los mozos de escuadra el 1 de octubre, culpando al que era entonces el mayor de ese cuerpo.

Toda la épica que esta gente gastaba cuando jaleaban a las masas o se saltaban una y otra vez la ley ha desaparecido. Les tiemblan las piernas ante la justicia. Sus corifeos se refieren a ellos como a presos políticos -todo un insulto a quienes lo fueron en otro tiempo ya lejano-, incluso se escudan en que su bochornoso repliegue tiene una justificación: poder salir de la cárcel. Añaden tales corifeos -ellos no se atreven después de ver lo que puede ocurrir- que sus convicciones siguen firmes. Es más que probable que así sea. Pero… ¿Dónde la épica? ¿Dónde el sacrificio por la patria? ¿Dónde la actitud desafiante cuando se saltaban una y otra vez la ley?

Unos se marchan por “motivos personales” o rechazan asumir responsabilidades, olvidándose del “ni un paso atrás”, otros acatan la Constitución que se tomaron a chacota y los ha puesto en su sitio: el de ofrecer la imagen de una patulea de botarates. Eso sí, peligrosos para el conjunto de España.

(Publicada en ABC Córdoba el 17 de enero de 2018 en esta dirección)

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