Es probable que muchos de ustedes estén hartos de esto que ha venido en llamarse Tabarnia, nombre con resonancias a la Tierra Media de Tolkien. Las plumas más ilustres de esta casa han dedicado alguna reflexión al asunto desde ángulos diferentes, como para que ahora a éste plumilla le dé por echar también su cuarto a espadas. Aunque están en su perfecto derecho, les sugiero que no se harten porque con la matraca que nos ha dado esta gente del proceso independentista durante tanto tiempo, esto de Tabarnia es todavía una cuestión menor en materia de hartazgo. En modo alguno les hago esta sugerencia por justificarme para escribir sobre el asunto, lo hago porque la cosa tiene su miga.
Quienes han tenido la idea de dar vida a Tabarnia han partido de los mismos planteamientos que quienes tuvieron la ocurrencia de orquestar el llamado proceso para llegar a la independencia de Cataluña. Los partidarios de dicha independencia empezaron por decir que España les robaba, al menos hasta que descubrieron que quien robaba era la de los misales, su marido y sus hijos. Vino después el llamado derecho a decidir. Quienes consideran el proceso como una especie de religión laica -permítaseme el oxímoron- lo han convertido en una especie de evangelio que se situaba por encima de lo recogido en el Estatuto de autonomía de Cataluña e incluso de la mismísima Constitución de España. Lo han adornado de formas tan sugestivas como la de contraponer las urnas a las porras o señalar que los catalanes no tienen miedo a las urnas. Nada decían de que esas urnas eran tramposas, llegaban a las mesas de votación llenas de papeleteas o que una misma persona pudiera votar tantas cuantas veces le pareciera oportuno. Las urnas por encima de cualquier otra consideración.
Los tabarnianos, como buenos independentistas, parten de los mismos principios. Cataluña -la parte que no es Tabarnia- les roba porque ellos tienen más renta y reciben menos subvenciones que las zonas rurales del interior gerundense y leridano. Esas zonas que siempre fueron afectas al carlismo y protagonizaron las asonadas absolutistas –fachas las llamarían hoy algunos- a lo largo del siglo XIX y donde estaba el núcleo de los “malcontents”, gentes a quienes Fernando VII les parecía poco menos que un peligroso liberal. Así mismo, defienden los tabarnianos el derecho a decidir y, como tampoco tienen miedo a las urnas, piden que la Cataluña que clama por la independencia, les deje votar para proclamarse independientes de los independentistas. No sabemos si los tabarnianos están dispuestos a llevar a las mesas de votación las urnas cargadas de papeletas, ni si están dispuestos a votar las veces que sea necesario para sacar su carreta al llano. Si el modelo es el del proceso de los independentistas catalanes ya tenemos la respuesta. Veremos si los mozos de escuadra tratan de impedir la votación y si los tabarnianos tomarán imágenes de los mozos -incluidas las falsificadas- para difundirlas por el universo mundo para mostrar la represión de los independentistas a su legítimo derecho a decidir.
Por ahora, lo que sabemos es que los que se han saltado a la torera -sólo es un símil- la legislación vigente piden a los tabarnianos respeto a la ley y señalan que, el tantas veces vulnerado Estatuto de autonomía de Cataluña, no permite la separación de una parte del conjunto de la republiqueta. ¡Vivir para ver!
No se harten, por favor, esto va a tener cuerda… para rato.
(Publicada en ABC Córdoba el 6 de enero de 2018 en esta dirección)