“Justicia, pero por mi casa no” es un viejo dicho que se utiliza cuando se exige a los demás lo que no se está dispuesto a asumir. Es algo que se puede aplicar a las actitudes que suele mantener Iglesias Turrión, que trata de presentarse como un modelo de demócrata. Habla, sin el menor pudor de presos políticos en España cuando, por orden de un juez, son detenidos determinados altos cargos de la “Generalitat” en un proceso de investigación sobre posibles irregularidades -por decirlo de una forma suave- en el ejercicio de su cargo. Por el contrario, guarda un silencio, algo más que oprobioso, en lo que respecta a los centenares de presos políticos que el régimen bolivariano encarcela sólo por disentir. Se desgañita señalando la represión policial española en la jornada de uno de octubre, cuando tuvo que hacer frente a los independentistas catalanes ante la más que lamentable dejación de funciones que los “mossos” de Trapero protagonizaron aquel día. Se habló de cerca de novecientos heridos de los que solamente fueron hospitalizados cuatro -uno de ellos por un infarto, atendido por la policía nacional- y la gravedad sólo se apreció en dos de ellos. Sabemos de la falsificación de imágenes. Se difundieron muchas de ellas con actuaciones policiales, algunas de las cuales eran de los “mossos” en huelgas y protestas populares anteriores, que nada tenían que ver con lo que ocurría en Barcelona el pasado uno de octubre. Iglesias Turrión mantiene un más que oprobioso silencio ante la actuación de la policía bolivariana en las manifestaciones populares donde en lo que va de año han muerto más de un centenar de personas por acciones de dicha policía. Pero para Iglesias Turrión esa no es una policía represora. Como tampoco es represión lo que ocurre en el Irán de los ayatolás, donde son vulnerados de forma sistemática los derechos humanos. Son países que han financiado la organización que dirige Pablo Iglesias con mano de hierro. Tan es así que se ha encontrado con una rebelión generalizada de la propia Comisión de Garantías de su partido -la encargada de velar por el cumplimiento de los acuerdos y la correcta aplicación de los estatutos- porque Iglesias Turrión los ha vulnerado de forma flagrante.

No tiene empacho en pedir diálogo, incluso una mediación internacional, que es lo que ansían Puigdemont, Junqueras, Forcadell, Jordi Pérez o Jordi Cuixart porque eso le daría reconocimiento a Cataluña como ente distinto de España. Sin embargo, Iglesias Turrión niega la posibilidad de una mediación para buscar solución a las diferencias que tiene con la Comisión de Garantías de su propio partido para analizar la vulneración de los estatutos de la que es acusado por dicha comisión a partir de que el pasado verano, con la impagable colaboración de su secretario de organización, Pablo Echenique, modificó de forma sustancial algunos de los artículos de los estatutos votados por las bases en la llamada asamblea de Vistalegre II. La respuesta de Iglesias Turrión ha sido abrir un expediente a la presidenta de la Comisión de Garantías por excederse en sus funciones.

A Iglesias Turrión, por estos ejemplos y muchos más para los que no da el espacio disponible en la columna, puede aplicársele sin la menor duda lo del dicho popular de “Justicia, pero por mi casa no”.  No es de extrañar que con esos mimbres, los sondeos apunten a un progresiva e  inexorable caída de la popularidad del líder podemita.

(Publicada en ABC Córdoba el 21 de octubre de 2017 en esta dirección)

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