Los franceses denominan «rentrée» la vuelta al trabajo, interrumpido por alguna circunstancia. Aquí usamos el término para indicar que el periodo vacacional toca a su fin y se vuelve a la normalidad. En definitiva, que tenemos en puertas la llegada del otoño y el final de un verano que nos ha dejado una cuarentena de días con el termómetro superando en Córdoba los cuarenta grados.
El otoño que se avecina se presenta caliente, pero no desde un punto de vista meteorológico, sino político. Los independentistas catalanes, pese a los fiascos que cosechan de puertas para afuera -tienen poco más que el apoyo de Maduro-, donde los ignoran de forma sistemática instituciones y gobiernos, siguen emperrados en ese invento del «prusés». Veremos lo que nos depara el uno de octubre. Parece que una nueva moción de censura, tras la farsa orquestada por Iglesias, no está en el horizonte, pero si asistiremos al chalaneo, que beneficiará de forma extraordinaria los intereses del PNV y, en menor medida, los de los canarios, para que el vapuleado Montoro saque adelante los presupuestos del 2018.
En Córdoba, como en todas partes, los gobiernos municipales inician la cuesta abajo en el sentido de que el tiempo -pasado el ecuador del mandato- transcurre a mayor velocidad de la deseada. Parece, sólo lo parece, que se va al firmar, aunque en Renfe no lo tienen tan claro, lo del metrotrén, que estaba a punto de firmarse cuando los populares fueron desalojados de gobierno por la coalición de socialistas, comunistas y podemitas, aunque estos últimos no entraran en el gobierno. Rosa Aguilar,ahora como consejera de Interior y Justicia -uno se pierde ante el abanico de competencias que ha asumido a lo largo de los años- ha recibido ya las llaves de la Ciudad de la Justicia y se espera… digamos para el próximo año, porque después de una década, lo mejor es no aventurar fechas más concretas, que allí queden concentradas las dispersas sedes judiciales cordobesas.
Lo que parece no tener arreglo es el convento de Regina Coeli. El viejo monasterio de monjas dominicas erigido en 1499, cuando Córdobaconfiguraba el perfil de ciudad sacra por la abundancia de conventos que la caracterizó durante varios siglos, sigue en un lamentable estado de abandono. La historia de su deterioro comenzó cuando el gaditano Juan Álvarez Mendizábal -un miserable judío para los clericales decimonónicos y un excelso gobernante para los comecuras de nuestro siglo XIX- lo desamortizó. Desde entonces ha tenido una historia de lo más agitada. Una vez desalojado por la comunidad monjil, ha sido utilizado para los fines más diversos: desde casa de vecinos a almacén de tocino, pasando por teatro de aficionados y, según algunos, como lugar donde se acuñó moneda falsa.
Todos esos destinos y los años de abandono final han deteriorado el edificio hasta dejarlo en un estado algo más que lamentable. Incluido en el Plan de Grandes Ciudades en el que colaboran Ayuntamiento y Consejería de Turismo de la Junta de Andalucía para convertirlo, al parecer, en un contenedor cultural, los retrasos en las obras de restauración se encuentran ahora con un nuevo obstáculo: el incremento en el gasto. El concurso que saca la Gerencia de Urbanismo duplica prácticamente el costo inicialmente previsto. Desde la Consejería de Turismo se rechaza una nueva prórroga y el Ayuntamiento, dado el elevado costo, plantea ahora realizarlo por fases y busca, a la desesperada, colaboración de otros programas (por ejemplo, el de fondos culturales del Ministerio de Fomento). Regina, como en el cuento de la haba… nunca se acaba.
(Publicada en ABC Córdoba el 6 de septiembre de 2017 en esta dirección)