Hubo una cosa que, a la velocidad con que hoy marchan las cosas, casi se pierde ya en la noche de los tiempos, a la que se dio el pomposo nombre de «Segunda Modernización de Andalucía». Segunda, pese a que nunca hubo una primera, porque no creo que lo fueran los planes de José Rodríguez de la Borbolla cuando afirmaba que iba a convertir Andalucía en la California de Europa.

La Segunda Modernización fue un plan urdido en las alturas del poder socialista andaluz en los primeros años de la anterior década -era el tiempo de Manuel Chaves y mucho antes de que deviniera todo lo que hemos conocido después, incluido un director general gastándose el dinero público en droga-, para mantener el tinglado de una farsa. Decimos tinglado de una farsa porque, pese a todas las mentiras respecto a la convergencia con otras zonas de España, discurso entonces muy en boga en las terminales socialistas, Andalucía sigue estando, tras casi cuatro décadas de gobierno en sus manos, a la cola del Producto Interior Bruto, a la de la renta «per cápita» que, pese a que haya quien opine que es un camelo, no deja de ser un indicador importante de renta de que se dispone y a la cabeza en lo que a pobreza se refiere. Según el Instituto Nacional de Estadística, entre los diez barrios más pobres de España siete -siete de diez- están en Andalucía, que también está a la cabeza en cifras de paro -el real y el encubierto-, en el nivel de impuestos que pagamos o en el atraco que supone una ley de sucesiones que nos discrimina de forma vergonzante respecto de otros españoles. Nada queda de aquella segunda modernización. Un invento más de Gaspar Zarrías, uno de los principales actores de la farsa y que hoy anda en la trastienda de los escenarios públicos.

Viene esto hoy a colación ante lo ocurrido como consecuencia de la ola de calor del pasado de junio, que provocó la desbandada en el mundo educativo, aunque debía de ser algo que en Andalucía tuviéramos presente de forma permanente si queremos ponerle punto final a tanta astracanada como afirmar que la sanidad andaluza tiene «setenta y seis millones de años», según Susana Díaz.

Debió de ser un lapsus, aunque tengo mis dudas.

Aquellos calores hicieron que la alcaldesa de Córdoba, saltándose lo que son obligaciones municipales en la materia, afirmara que se pondría aire acondicionado en los colegios con cargo a los recursos municipales. Tras esas declaraciones, la delegada provincial de Educación ha afirmado que la Junta tiene un plan de climatización de centros -es su obligación- y que para Córdoba son ocho colegios, pero que nada de aire acondicionado. El calor en las aulas va a solucionarse con un nuevo equipamiento de toldos y otro tipo de elementos, sin especificar, que sirvan para combatirlo. Quizá se trate de un resto de la Segunda Modernización que quedó sin aplicar. Alguien podrá decir que aquel episodio de la farsa ya es tan antiguo que data de primeros de siglo. Cierto, pero es que las cosas de la Junta de Andalucía van despacio, más que las de palacio, como se decía en la antigüedad. También formará parte de aquella Segunda Modernización que la AMPA de un colegio de Córdoba (Europa creo que se llama) sea la que arregle, con líneas a su cargo, el patio del centro para que deje de ser una piscina con la lluvia y pista polvorienta con la sequía.

(Publicada en ABC Córdoba el 22 de junio de 2017 en esta dirección)

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