La estulticia no es una cuestión de geografía. No hay más estúpidos en Córdoba que en Tarragona, en Cabra que en Santa Coloma de Gramanet, la localidad catalana a la que en los años de la emigración interior marchaban los egabrenses en mayor número que a otras poblaciones. Se puede conceder, en todo caso, que las diferencias numéricas en cuanto a estulticia se refiere puedan venir establecidas por el volumen de población de los diferentes lugares. Pero un tonto es tan tonto aquí, como por ejemplo, puede serlo en Blanes, provincia de Gerona. Se pueden decir las mismas estupideces porque, como dicho queda, esa cuestión no va por barrios, sino que es intrínseca al ser humano. En esta localidad catalana su alcalde, se llama Miguel Lupiáñez -apellido que por su terminación tienen todas las trazas de ser de abolengo castellano y él es oriundo de tierras granadinas-, se ha descolgado con unas declaraciones para enmarcar. Ha dicho, para justificar su participación en el ilegal referéndum de Puigdemont, que la vida se entiende de forma diferente en Cataluña respecto del resto de España. Me ha recordado a un andaluz, emigrante catalanizado, que sostenía, muy serio, que las pastillas de cierto analgésico muy popular eran más grandes en Barcelona que en Córdoba y no estaba comparando las efervescentes con las que no lo eran, donde la diferencia de tamaño si era apreciable. El tal Lupiáñez ha afirmado, para redondear su dictamen de que España es distinta a Cataluña, como Dinamarca lo es al Mabreb.
¿España se parece a Dinamarca? ¿Cataluña al Magreb? O es al contrario es España la que se parece al Magreb y Cataluña a Dinamarca. Por la forma en que Lupiañez lo ha dicho más bien parece lo segundo. Pero la realidad del tiempo presente se muestra de forma diferente. Hay en la Cataluña de hoy muchos más magrebíes que en cualquier otra parte de España, según los datos que publica el Instituto Nacional de Estadística. No sé si será una maldad de un organismo español, pero indican que en Cataluña reside el 25 por ciento de los magrebíes que viven en España, que son algo más de ochocientos mil. En la actualidad, el nombre Mohamed es el que ocupa en Cataluña el cuarto desde el punto de vista numérico y, según señalan ciertas proyecciones, -suelo darles muy poco crédito- será el más numeroso en la Cataluña del año 2030.
¿Qué realidad diferente es la que ve el alcalde de Blanes? ¿Ha puesto palabras a lo que se piensa en ciertos ambientes de Cataluña, que luego se quejan de ser poco estimados en España? ¿Ha manifestado lo que es su sentir más íntimo con una comparación inadecuada desde cualquier punto de vista que se examine? Incluso nos preguntamos si no hay xenofobia en sus palabras.
Lo cierto es que en su propio partido, el PSC, que lleva mucho tiempo instalado en una deriva ideológica que les ha llevado a una posición que camina hacia la marginalidad institucional, han considerado sus declaraciones lamentables y le han pedido una rectificación. No tanto por lo que hemos comentado, sino por su postura ante el referéndum que Puigdemont y compañía están empeñados en celebrar, poniéndose la legalidad por montera, bajo la falacia del derecho a decidir.
Lo dicho, la estulticia no conoce de geografías y hay declaraciones que la evidencian de forma manifiesta. En algunas ocasiones en un grado superlativo.
(Publicada en ABC Córdoba el 1 de julio de 2017 en esta dirección)