Más allá de las bravatas de Artur Mas, responsable del naufragio de Convergencia Democrática de Cataluña, a las que se suman las de Francesc Homs, incluida la que lanza en el Tribunal Supremo, sabiendo que es un altavoz de mucha potencia para difundirlas, lo que se percibe es un creciente nerviosismo entre las filas de los antiguos convergentes, hoy enrolados en el llamado Partido Demócrata Europeo Catalán. Ese nerviosismo se traduce en una prisa, indicadora de malos augurios. Prisa por poner en práctica lo que ellos llaman “desconexión” y que sitúan en el momento de la celebración del referéndum independentista, al dar por sentado que su resultado será favorable a sus tesis rupturistas con el Estado, que es la forma que tienen de referirse a España.
En los últimos días hemos asistido al planteamiento de una burda maniobra parlamentaria, saltándose las normas de funcionamiento del propio parlamento catalán. El objetivo: acelerar lo que denominan como el prusés y culminarlo en el mes de junio, en lugar del próximo otoño como habían señalado. La pregunta se surge de inmediato es ¿Por qué ese adelantamiento? ¿Cuál la razón que explica ese ataque de prisa?
Los acontecimientos a lo largo tiempo -así nos lo enseña la Historia- se producen en unas coordenadas marcadas por el espacio y el tiempo. Es decir, tienen lugar en un sitio concreto y en un momento específico. La tarea del historiador es encontrar las explicaciones correctas para entender por qué los sucesos se enmarcan en un territorio y en una fecha. Más allá de que las intentonas del separatismo catalán, siempre se han producido cuando el Estado -léase España- ha vivido un momento de notable dificultad, en el caso que nos ocupa está íntimamente relacionado con el afloramiento de la mangancia del llamado “tres por ciento”. A Convergencia Democrática de Cataluña se le complicaban cada vez más las cosas para mantener oculta lo que, presumiblemente, ha sido un comportamiento muy extendido en sus mandatos. Un caso particularmente grave para los convergentes, dentro de esa trama corrupta del “tres por ciento” es el llamado caso del Palau, que no es sino el saqueo -no tiene otro nombre- de una de las instituciones públicas más representativas de Cataluña. Una verdadera seña de identidad del catalanismo. En el proceso del Palau, Montull y Millet principales encausados, el señor Montull parecen haber llegado a un acuerdo con la fiscalía para que las penas que dicho ministerio solicita, en el caso del primero también para su hija, sean reducidas de formar considerable, si se prestan a colaborar. Ambos están tirando de la manta, según el argot popular, y dejando al descubierto las más que presuntas las vergüenzas de la espuria financiación de Convergencia. Todo apunta a que el proceso judicial, el del saqueo del Palau, se prolongará hasta el mes de junio. Curiosamente el mismo mes al que Junts pel si -coalición política de la que forma parte la antigua Convergencia- pretende adelantar la desconexión. Volvamos a la pregunta formulada más arriba ¿Qué razón explica el adelanto?
La cronología no suele engañar y en esta historia de escandalosa corrupción en Cataluña hay mucho que invita a desconectar de los tribunales de justicia porque pueden dejar vista para sentencia las vergüenzas que, quienes hoy se proclaman decididos independentistas, presuntamente ha practicado durante años.
A estas alturas no podemos dejar de plantearnos si habrá una relación entre el ansiado deseo de desconexión y alguna realidad judicial que en Cataluña está perfilándose. Podríamos preguntar a la familia Pujol.
(Publicada en ABC Córdoba el 11 de marzo de 2017 en esta dirección)