El diccionario de la Real Academia señala que ventajista es aquella persona que, sin miramientos, trata de obtener ventaja en los tratos o en el juego. Le definición puede aplicarse a quienes se muestran ignorantes con el propósito de obtener ventajas de cualquier clase. La imagen que trató de ofrecer Artur Mas, quien fuera presidente de la Generalitat ante el juez, quien tuvo que ponerlo en más de una ocasión en su sitio, con motivo de la comparecencia del susodicho entre el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en calidad de acusado, fue la de un ignorante que desconocía las consecuencias de sus actos. ¡Eso dicho por todo un presidente de la Generalitat! Mas se refería, en este caso, a incumplir la ley, siendo el máximo responsable de hacerla cumplir en el territorio que gobernaba en nombre del Estado. Su imagen era la de un ignorante ventajista que buscaba, como señala la real Academia en su diccionario, obtener ventaja. Pero esa ignorancia de la que hacía gala, con un objetivo artero, aunque explicable, tiene fundamentos.

Artur Mas, en su condición de delfín del poco honorable Jordi Pujol, asumió hace algunos años el liderazgo de lo que entonces se llamaba Convergencia Democrática de Cataluña, la pieza fundamental de la coalición electoral de Convergencia y Unió.  Recibía un partido que representaba la centralidad para un importante número de catalanes que había sido el que más tiempo había gobernado aquella comunidad desde que se celebraron las primeras elecciones autonómicas. Con más dificultades de las previstas, Mas llegó a la presidencia de la Generalitat, aunque sin la mayoría absoluta de la que en otras ocasiones había gozado el padrino del clan Pujol. En esa tesitura su ignorancia lo llevó a cometer toda clase de errores cuyas consecuencias están a la vista. La coalición electoral que había sido el eje de la política catalana durante décadas quedó dinamitada, Convergencia Democrática de Cataluña desaparecida y su nombre borrado de la lista de partidos al ser denominado de otra forma que hasta tropezó con dificultades para poder ser registrado como partido. Sus apoyos electorales se encuentran muy lejos de ser lo que fueron -su grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados forma parte del Grupo Mixto- y sólo se mantienen en el poder, todo apunta a que pueden ser desalojados en breve, formando parte de una coalición electoral con los republicanos de Esquerra a los que siempre despreciaron; amén de sometidos, para poder gobernar, a los planteamientos políticos de los antisistema en Cataluña. El panorama que en sólo una década ha dejado Artur Mas es de desolación política para la formación que lideró y que se  encargó de llevar a la debacle. Hoy es pieza fundamental en los entresijos de lo que persigue la Guardia Civil en casos de corrupción en Cataluña como el del Palau y el denominado, parece ser que eufemísticamente, del “Tres por ciento”.

Sólo un ignorante, como se confesaba el propio Mas ante la justicia, puede ser el autor de tal desaguisado. Quizá haya otra explicación: escapar a la justicia porque hay cosas que huelen mal, muy mal y explicaría que el cúmulo de despropósitos protagonizados por Más fuera la búsqueda de una solución. Pero sólo a un ignorante se le podían ocurrir los procedimientos empleados. Quizá otra explicación sea que quien firma esta columna esté equivocado en alguna apreciación, y Mas sea sólo un ventajista, que alega ignorancia para sacudirse sus responsabilidades.

Aunque… los hechos están ahí.

(Publicada en ABC Córdoba el 15b de febrero de 2017 en esta dirección)

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