“Salvaguardar la imagen de la institución a la que representan”. Ese era el argumento utilizado por la Junta Central Fallera, órgano dependiente del Ayuntamiento valenciano, para imponer a las falleras mayores su atuendo. Establecían la longitud de la falda de su vestido, el tamaño del escote o el uso de complementos. Incluso determinaban si resultaba adecuado o no el uso de pantalones vaqueros en determinadas situaciones. Todo estaba en función de salvaguardar la imagen de la institución.

Mire usted por donde el ayuntamiento de Valencia está gobernado por una coalición de PSPV y Valencia en Comú, la marca blanca de Podemos en esa ciudad. El alcalde que preside la corporación, Joan Ribó, es de Compromís, socio electoral de los podemitas, aunque mantiene su propio grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados. ¡Caramba! ¡La progresía midiendo el largo de las faldas, imponiendo el uso de tacones o limitando el tamaño de los escotes y estableciendo el uso de los pantalones vaqueros! En caso de incumplimiento de esta “uniformidad”, quedaba a criterio de los responsables del referido órgano municipal dejar a las falleras mayores en sus domicilios y no se les permitiría su presencia en los actos en los que por su condición deberían de estar presentes. Todo ello porque son consideradas “personajes públicos”. Así lo hacía público el concejal de Cultura del Ayuntamiento valenciano, Pere Fuset, que además ejerce como portavoz de Compromís en la institución municipal.

No deja de llamar la atención esta clase de reglamentaciones cuando el líder de Podemos no tiene problema alguno en vestir como le viene en gana, sin tener en cuenta la imagen de la institución a la que representa. Iglesias no tiene empacho en acudir a una reunión -establecida nada menos que por la Constitución- con el Jefe del Estado en mangas de camisa y pantalones vaqueros. Usa similar indumentaria para asistir a los plenos del Congreso de los Diputados y sus compañeros de fila en los escaños del Palacio de la Carrera de San Jerónimo hacen gala de indumentarias que salvaguardan poco -si tenemos en cuenta la normativa establecida para las falleras en un Ayuntamiento que ellos gobiernas- la imagen de la institución a la que representan y en la que, nadie duda de ello, tienen condición de personajes públicos. Para más abundamiento, el Iglesias que acude descamisado a sus encuentros con el Rey, no tiene inconveniente en lucir esmoquin y pajarita cuando se trata de asistir a la entrega de los Goya, en la gala del cine español.

El documento que vela por la imagen de las falleras mayores señalaba así mismo que, en el desarrollo de los actos a que habían de concurrir, debían de abstenerse de hablar, bromear y mostrar actitudes poco en consonancia con el evento. Vuelve a llamar la atención la actitud que mostraron los diputados de Podemos durante el discurso del Rey en la sesión solemne de apertura de las Cortes de la XII Legislatura. A lo que prestaban atención no era a las palabras del Jefe del Estado, sino a sus teléfonos móviles. Todo un ejemplo para las falleras mayores a las que pretendían medirle el largo de la falda, imponerle el uso de tacones y controlarle los complementos de su indumentaria.

Más allá de que el escándalo en Valencia ha sido morrocotudo, a muchos, nos revela algo más de los planteamientos que subyacen el conglomerado ideológico podemita.

(Publicada en ABC Córdoba el 23 de noviembre de 2016 en esta dirección)

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