«Perfectamente prescindible», estas fueron las palabras de Pedro Sánchez para referirse al encuentro de menos de media hora que mantuvo con el presidente de gobierno en funciones y candidato a la presidencia, Mariano Rajoy. El líder socialista, que ha llevado a su partido a obtener por dos veces consecutivas -veremos si en su empecinamiento lo consigue una tercera vez- los peores resultados para el PSOE desde que, en un transición modélica a la que desde hace algunos años hay quien trata de desacreditar, es un lince a la hora de dar explicaciones. Hace meses preguntaba por la parte del no que los populares no entendían. Ahora considera como algo prescindible el intento de diálogo con Rajoy, que es la única posibilidad -Sánchez es consciente de ello como también de que sus días en la secretaría general de su partido pueden estar contados- de evitar unas terceras elecciones. Decía Sánchez en su comparecencia ante los medios de comunicación que el acuerdo cerrado entre el PP y Ciudadanos es un elemento más que añadir a su negativa, como si antes de ese acuerdo hubiera dejado una puerta abierta al diálogo.

Los acuerdos alcanzados entre la formación naranja y los populares tienen muchos, muchísimos puntos en común con el acuerdo que el propio Sánchez cerró con Rivera tras las elecciones que dieron una efímera vida a la XI Legislatura. Las diferencias no son económicas ni sociales, áreas de gobierno que constituyen los pilares de las democracias occidentales. Incluso hay un acuerdo para echarle el freno a la Lomce y dejar en vía muerta la reforma educativa de Wert. Las diferencias entre el acuerdo de Ciudadanos y los socialistas respecto al alcanzado con los populares se encuentran principalmente en las reformas constitucionales que antes tenían más calado que ahora. Pero Sánchez sabe que en ese terreno aquel acuerdo y también este eran y son un brindis al sol porque cualquier reforma constitucional requiere un apoyo parlamentario que ni un pacto no otro alcanza ni de lejos. Otra diferencia está en que el pacto con los socialistas contemplaba la desaparición de las diputaciones provinciales y el presente acuerdo no la contempla.

Así las cosa uno tiene que preguntarse dónde están las grandes e inasumibles diferencias -insalvables según Sánchez hasta el punto de considerar como algo «perfectamente prescindible» su encuentro con Rajoy- entre la progresía socialista y el conservadurismo popular. ¿A quién pretende Sánchez engañar con afirmaciones como estas? Sería mucho más honrado afirmar su rechazo en las verdaderas razones que lo llevan a formularlo. Hay el mismo cinismo político en su aseveración sobre ese breve encuentro, como cuando afirma que hay que configurar gobierno, que no se puede ir a unas terceras elecciones y niega la única posibilidad viable para configurar ese gobierno -salvo que se acuda al pacto con los independentistas catalanes- a un candidato a la investidura que cuenta con el apoyo de ciento setenta diputados.

No sabemos si, una vez que se ponga en marcha el reloj tras la celebración del primer debate de investidura cambiarán algunas cosas, pero si se agota el plazo y se convocan nuevas elecciones hay un candidato, que lo ha sido en las dos anteriores consultas, que ante la opinión pública es «perfectamente prescindible». En el PSOE son muchos los que lo tienen claro porque de los contrario los resultados podían llevarlos lo que son hoy los partidos socialistas en Italia o en Grecia.

(Publicada en ABC Córdoba el 31 de agosto de 2016 en esta dirección)

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