Se acaba de hacer pública la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS); es decir, lo que les ha respondido una muestra de unos pocos miles de españoles. A esas respuestas se le han hecho las correcciones que los expertos consideran necesarias para que lo dicho responda a lo que pensarían la mayoría de los españoles. Según la encuesta, los españoles opinamos que variarán muy poco sus preferencias políticas. Los resultados del pasado 26 de junio volverían casi a repetirse. El PP perdería unas décimas de intención de voto, el PSOE ganarías unas décimas, los podemitas perderían algo más de un punto y un punto perdería Ciudadanos. Lo que significa que, en caso de celebrarse unas terceras elecciones, habría pocos cambios. Era lo mismo que nos decían las encuestas que se publicaban después de las elecciones de diciembre del pasado año: casi nada se movería, salvo que se produjera una conjunción electoral de Podemos e Izquierda Unida. En ese caso, y así lo anunciaron todas las empresas demoscópicas, Podemos iba a darle una pasada de padre y señor mío al PSOE, después de coaligarse con los comunistas.
No acertaron ni una. Empezando porque hubo cambios y mucho más importantes de los que se anunciaban. Los populares aumentaron en más de un diez por ciento (de 123 pasaron a 137) el número de escaños que tenían, los socialistas perdieron más del cinco por ciento (pasaron de 90 a 85). Ciudadanos perdió el veinte por ciento (pasó de 40 a 32) y Podemos Unidos se quedó como estaba (71 escaños que era la suma de los 69 de Podemos y los 2 de Izquierda Unida).
Lo de pasar al PSOE, algo que se daba por hecho, quedó en un monumental fiasco; así se ha quedado Pablo Iglesias: mes y medio después continúa desaparecido.
Otra vez vuelven a decirnos lo mismo, que apenas habrá cambios, pero lo peor del caso es que en los diarios de tirada nacional se reseña en grandes titulares que, en caso de unas terceras elecciones los españoles en este momento estamos decididos a que todo siga igual. La noticia no es que hay una encuesta del CIS —eso restaría, como cualquier otra encuesta, credibilidad a la noticia—, sino que si llegáramos a unas terceras elecciones —ojalá no ocurra—, los resultados serían similares a los que arrojaron las urnas el pasado 26 de junio. Sin embargo, me da la impresión de que si llegáramos a las terceras elecciones —el movimiento de Rivera, acogido por Rajoy con una lentitud que enerva, apunta a que no las habrá—, las cosas iban a cambiar otra vez más de lo que dice esa encuesta. Incluso más que entre diciembre de 2015 y junio de 2016. No porque los técnicos del Centro de Investigaciones Sociológicas no hagan bien su trabajo, me consta que son excelentes profesionales, sino porque los encuestados no dicen lo que piensan. Algunos mienten más que hablan y así no hay forma. Los datos no cuadran en la percepción económica de España, tampoco encajan los niveles de confianza ni las perspectivas de mejoría o empeoramiento de cara al futuro.
Esperemos, por el bien de todos, que se configure un gobierno en poco tiempo. Pero si vamos a unas terceras elecciones los resultados pueden sorprender a más de uno, aunque en las encuestas se diga que no va a moverse gran cosa.
(Publicada en ABC Córdoba el 19 de agosto de 2016 en esta dirección)