Algunos lo reducen a dos carretas, pero esos atributos femeninos, en los que usted está pensando, son considerados el refranero español como dotados de una fuerza portentosa. Ellas dos, sin ninguna clase de ayuda adicional, tiran más que… digamos un importante número de carretas. Los ejemplos que a lo largo de la historia han ocurrido en este terreno serían innumerables. Algunos de ellos repercutieron de forma muy importante en el curso de la Historia. Le ocurrió, por ejemplo, a Marco Antonio con la reina de Egipto, la sin par Cleopatra, que también encandiló al gran Julio César. Otro ejemplo de libro lo tenemos en el rey de Inglaterra, Enrique VIII. Este libidinoso monarca llegó a divorciarse de Catalina de Aragón y a romper con Roma proclamándose pontífice de la iglesia nacional inglesa -los ingleses han sido siempre y siguen siéndolo en la actualidad muy suyos-, por su enfado con la Santa Sede que no acababa de satisfacer sus gustos de… carretero. En nuestra historia hay ejemplos sonados. Muy conocido es el caso de monarca castellano-leonés Alfonso XI, un gran rey, cuyos restos mortales descansan en la Real Colegiata de San Hipólito, en Córdoba. Alfonso XI se jugó el futuro del reino por sus amores con doña Leonor de Guzmán, uno de cuyos retoños acabaría con la vida del heredero legítimo de su real amante y dio paso nada más y nada menos que a la dinastía de los Trastamara.
Estos días hemos asistido a una especie de conversión política, en vísperas de un enlace matrimonial en ciernes. Un diputado, llamado Xavier Cima, era en la pasada legislatura catalana una importante pieza en el engranaje político de la extinta Convergencia Democrática de Cataluña. Cima era ferviente partidario del independentismo y se mostraba decidido propagandista de la línea política sostenida por el defenestrado Artur Mas. Sus proclamas en las redes sociales eran incendiarias. Pero…, en sede parlamentaria, conoció a una diputada que se situaba en el polo opuesto de sus planteamientos ideológicos, al rechazar de plano sus afanes de independencia. Esa diputada se llamaba y se llama Inés Arrimadas. Las diferencias políticas, aunque abismales, no fueron obstáculo -como debe ser- para que entre Arrimadas y Cima surgiera el amor.
La cuestión era quien convencería a quien de sus planteamientos ideológicos. ¿Llevaría Xavier a Inés hasta las trincheras secesionistas? ¿Se convertiría la portavoz de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña en propagandista de los planteamientos independentistas? O, por el contrario, ¿sería el partidario de la desconexión quien terminaría en los prados del constitucionalismo defendido por Inés? ¿Sería Cima quien entendería que la Constitución está por encima de las veleidades secesionistas?
La Historia, que Mater vitae est, aunque algunos zascandiles se empeñen de forma reiterada en ignorarlo, se ha cumplido un vez más. Xavier Cima ya no concurrió en las listas convergentes en las pasadas elecciones. También ha abandonado su puesto de concejal en el ayuntamiento de Ripoll. En los últimos días ha manifestado públicamente que en un Estado de Derecho, a partir de la legislación elaborada por los políticos, son los jueces quienes tienen la misión de encargarse de hacerlas cumplir. Más claro, el agua. Una vez más, diría un castizo, ese para de atributos femeninos que pueden más que un número indeterminado, pero en cualquier caso plural, de carretas ha resultado triunfante. Nosotros decimos que ha triunfado, por encima de diferencias ideológicas cada vez más matizadas, el amor entre dos personas.
(Publicada en ABC Córdoba el 3 de agosto de 2016 en esta dirección)