No voy a escribir sobre la serie de novelas “Canción de hielo y fuego” de George R. R. Martin, la primera de las cuales se llama “Juego de tronos”. Tampoco de la serie de televisión, creada por David Benioff y Daniel B. Weiss. El título de la columna apunta al juego, todo un esperpento valleinclanesco, que se traen entre manos los partidos políticos desde el otoño del pasado año. Tras el fiasco de una legislatura, la XI, que tuvo una efímera vida de sólo ciento once días, los que se cuentan entre el 13 de enero y el 23 de mayo, nos encontramos en la XII con un panorama llamativo, por lo grotesco. Las elecciones del pasado 26 de junio dejaron algunas cosas iguales, pero significaron también cambios muy importantes. El estrepitoso fracaso del sorpasso al PSOE de Podemos, que perdía un millón doscientos mil votos. La profundización del agujero electoral en que se encuentran los socialistas desde que están en manos de Sánchez, aunque la raíz de esa situación hay que buscarla en la algo más que lamentable acción de gobierno de Rodríguez Zapatero. La mejora de resultados de los populares, pero situados en cifras muy alejadas de una mayoría gubernamental estable. También la importante pérdida de escaños de Ciudadanos. Todo lo demás, con ligeras variaciones, ha seguido como quedó en diciembre del año pasado.
Nadie parece haber aprendido la lección. Rajoy amenaza con no presentarse a la investidura, cuando tiene la obligación de hacerlo. Ha sido, con diferencia, el candidato más votado. Pero quiere unas garantías para sentarse en el trono gubernamental que con ciento treinta y siete diputados no está condiciones de exigir. Ciudadanos dio un paso, al pasar de la negativa a la abstención, pero se aferra en su negativa a investir a Rajoy, mostrándose mucho menos condescendiente con los populares que con los socialistas, llegando a apoyar en la IX legislatura la fallida investidura de Sánchez, y valorando de manera muy distinta los casos de corrupción que manchan a unos y a otros. Los socialistas andan desconcertados. En gran medida porque tienen congreso del partido en otoño y Sánchez sabe que se está jugando ese trono, como también lo saben los llamados barones territoriales que están pendientes de que su actual secretario general sea el que tome la decisión para, en su caso, pasarle factura. Eso lleva a que Sánchez se plantee, aunque no se atreva a decirlo, a lanzarse de nuevo a la búsqueda del trono de la investidura, como quiere Podemos. Pero tendría que sumar muchos más votos porque parte de la exigua cifra de ochenta y cinco diputados con que cuenta en su grupo parlamentario y ya veríamos como reaccionaban algunos de ellos –pongamos por caso los andaluces- ante una tesitura como esa. Podemos que buscaba el trono por las bravas, al asalto, está acomodado, con mucho enfurruñamiento, en su papel de oposición, pero tienta al PSOE, como la serpiente a Eva en el paraíso, aunque se le han rebajado los humos e Iglesias ya no habla de vicepresidencias -la que ofrecía chulescamente a Sánchez durante la campaña electoral-, ni del CNI, ni del ministerio del Interior, ni del de Defensa, ni…
Hay, por lo que se ve, más de un trono en el aire y eso condiciona mucho el juego de tronos al que estamos asistiendo estas semanas del tórrido verano de un año sin gobierno.
(Publicada en ABC Córdoba el 30 de julio de 2016 en esta dirección)