Auténtico funambulismo político para ocultar sus verdaderos planteamientos que tienen su base en el populismo

Lo que estamos viendo en esta campaña electoral en boca de algunos de los más cualificados líderes de cierta formación política de cara a los comicios de mañana recuerda a aquellos individuos que aparecían periódicamente por pueblos y aldeas con ofertas de productos milagrosos. Avivan el recuerdo de aquellos vendedores ambulantes que aparecen en las crónicas de nuestros escritores decimonónicos. Se trata de los mismos charlatanes que conocieron nuestros abuelos en las primeras décadas del pasado siglo y también, dadas las escaseces que los españoles padecieron en los duros años de la postguerra, nuestros padres. Vivieron por entonces sus últimos tiempos en aquellos días en que se necesitaban milagros para resolver las cuestiones más elementales que planteaba la vida cotidiana. Eran sujetos curiosísimos que montaban su tenderete en la plaza del pueblo y allí mostraban a quienes acudían a su llamada toda una gama de productos con los que se podía poner fin a problemas de toda índole con un solo remedio. Gracias a su charlatanería no eran pocos los que se rendían ante los efectos milagrosos de ungüentos, pócimas, cremas, brebajes o lociones. Se trataba de productos que ejercían sus efectos sobre verrugas, eczemas, lumbalgias, reumas y toda clase de dolores de tipología muy variada,; así mismo permitían que creciera el pelo a los que padecían alopecia o remediaban problemas de juanetes, de dolores menstruales o ponían fin a la esterilidad de una mujer ansiosa por alcanzar la maternidad. Eran muchos los crédulos y también abundaban quienes no podían contener la risa ante la sarta de promesas explicadas con una verborrea en la que dichos vendedores se mostraban como verdaderos maestros. Eran embaucadores en el ejercicio de prometer los resultados más espectaculares antes los problemas más arduos.

Estamos viviendo unas semanas en que los planteamientos ideológicos que formulan algunos de los más cualificados líderes de Podemos suenan a la verborrea propia de esos vendedores de crecepelo. A la de aquellos charlatanes que tenían ungüentos mágicos capaces tanto de convertir la calvicie en frondosidad pilosa como quitar el dolor de muelas. En un mismo frasco tratan de vendernos que Podemos es lo que ahora ha venido en denominarse una formación de transversalidad ideológica -hace años se calificaba como un partido interclasista-, pese a que se funden con el viejo comunismo que encierra Izquierda Unida al que denominaban casposo. Afirman, sin empacho alguno, que ellos son los genuinos representantes de la socialdemocracia. Con la misma charlatanería resuelven partidas presupuestarias de 30.000 millones de euros o pasan de abominar de la casta a pedirles acuerdos para ocupar los sillones gubernamentales de mayor poder político, que no social. Auténtico funambulismo político para ocultar sus verdaderos planteamientos que tienen su base en el populismo chavista del que se han nutrido ideológica y crematísticamente, aunque pretendan ocultarlo porque la realidad que vive Venezuela es poco recomendable. Se limitan a perorar con argumentos tan rancios como afirmar que la prensa española deforma la realidad que viven los venezolanos. Otro tanto ocurre con la posición podemita respecto los medios de comunicación a los que ahora adulan, aunque alguno de sus dirigentes ha revelado lo que le cuesta admitir las críticas. Tanto como al venezolano Maduro que cierra los medios que no le son favorables o encarcela a sus rivales políticos. Tales desmanes no merecen un rechazo de Iglesias que perora sobre la falta de libertades en España. Tampoco el rechazo de Garzón, nuevo socio.

(Publicada en ABC Córdoba el 25 de junio de 2016 en esta dirección)

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