Decía Martín González de Cellorigo, un arbitrista que en 1600 publicaba su obra más importante: Memorial de la política necesaria y útil restauración de España y estados de ella, que “No parece sino que han querido reducir estos reinos a una república de hombres encantados que vivan fuera del orden natural”.  Aludía a la situación en que se encontraba el país a comienzos del siglo XVII, cuando apuntaban ya los efectos de una crisis que golpeó con una dureza extraordinaria a la monarquía hispánica durante la mayor parte de dicha centuria. Las palabras de González de Cellorigo pueden tener su traducción al tiempo que nos ha tocado vivir. No parece sino que nos gobiernan o aspiran a hacerlo gentes encantadas que se sitúan fuera de la realidad.

Viene todo esto a colación del incumplimiento del déficit público y la posibilidad de que las autoridades comunitarias impongan a España una fuerte sanción económica, que algunos sitúan en torno a los 2.000 millones de euros. Los ajustes del gobierno, los recortes presupuestarios, la denostada austeridad, no han sido suficientes para el cumplimiento de lo pactado y ahora toca asumir las consecuencias. Sin embargo, el presidente Rajoy, en una entrevista concedida hace pocos días al diario británico “Financial Times”, ha señalado que estamos en condiciones de volver a rebajar los impuestos. No parece sino que Rajoy viviera fuera de la realidad. También parece estarlo el líder podemita, Pablo Iglesias, cuando en sus planteamientos económicos señala que, si el gobernara, el aumento del gasto público rondaría los 90.000 millones de euros, aunque no tiene empacho alguno en señalar que, en lugar de 90.000 millones, podían ser 60.000 millones. Para este indocumentado -con pujos de formación universitaria que no significa necesariamente conocimiento ni aptitudes- 30.000 millones de euros es una cifra que puede modificarse de un día para otro. En esos planteamientos lo acompaña Garzón, el que ha vendido Izquierda Unida a Podemos, después de que Iglesias lo llamara casposo, por un plato de lentejas y que, según afirmaba hace unos días, tampoco tiene problemas para considerarse a sí mismo  el salvador -menudo peligro- que España necesita.  El socialista Sánchez, por su parte, se desgañita afirmando que han de anularse las políticas implementadas por el gobierno en los últimos cuatro años, principalmente las medidas de austeridad. Las considera contrarias a los planteamientos de la socialdemocracia, aunque en Francia sus conmilitones socialistas están aplicando las mismas recetas económicas de recorte del gasto público con el objetivo de poder cumplir con el déficit negociado con Bruselas. El mismo Sánchez propone en ese gobierno en la sombra, que ha sacado a la luz del día, como ministro de Hacienda a Jordi Sevilla, quien bramaba contra el incumplimiento del déficit por parte del gobierno; lo consideraba como algo gravemente perjudicial y pernicioso para nuestro país. ¿Con cuál de las versiones de la doble cara que muestran los socialistas nos quedamos?

Por distintas razones, todas ellas electorales ante la situación que los ciudadanos tenemos por delante el próximo 26 de junio, todos ellos -como decía González de Cellorigo- parecen hombres encantados que viven fuera del orden natural  y están ajenos a la realidad. Si no es así, están tomándonos por imbéciles porque sólo en el país de las maravillas, en el que vivía Alicia, era viables cosas extraordinarias que desafiaban a cualquier planteamiento lógico.

(Publicada en ABC Córdoba el 25 de mayo de 2016 en esta dirección)

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