Circula por ahí una sandez más histórica que apunta a que El Gran Capitán no nació en Montilla sino en Cataluña.
Quienes falsifican la historia de Cataluña -por ende la de España- no dejan de hacer afirmaciones que sólo pueden tildarse de sandeces. El llamado Instituto de la Nueva Historia, que cuenta con subvenciones de la Generalitat de Cataluña y cuyos miembros fueron felicitados por quien en su día dejó de ser honorable -no sólo desde la perspectiva del tratamiento institucional-, Jordi Pujol i Soley, el mismo que tenía un concepto detestable de los andaluces a los que despreciaba y consideraba que eran inferiores a los catalanes, no paran de hacer nuevos «descubrimientos». Han establecido cierto paralelismo entre el paisaje rocoso que configura el fondo de la Gioconda, de Leonardo da Vinci con la montaña de Montserrat. En consecuencia, Leonardo era catalán, como Cervantes, Colón o Santa Teresa. El genial artista no era de la localidad toscana de Vinci, sino de Vich. El autor de «El Cid era Catalán. Como y cuando los catalanes hicieron España», Luis María Mandado, sostiene que Rodrigo Díaz de Vivar no era burgalés, pertenecía a un linaje catalán. La jura de Santa Gadea -puesta en cuestión como tal por algunos historiadores- tuvo lugar en el Salón del Tinell de Barcelona y quien fue obligado a jurar que no había asesinado ni tomado parte en la muerte de su hermano no era Alfonso VI, sino Ramón Berenguer; el asesinado no era Sancho II, sino Berenguer Ramón.
Otra sandez histórica señala que Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, también era catalán. Nada de haber nacido en el castillo de Montilla, ni ser segundón de la rama principal del linaje de los Fernández de Córdoba, asentados en tierras cordobesas desde la época de Fernando III y que, a partir de la segunda mitad del siglo XIV, sus diferentes familiares constituyeron importantes dominios señoriales en tierras cordobesas: elmarquesado de Priego, el condado de Cabra o el marquesado de Comares. Según José Mayolas, el Gran Capitán era en realidad Ferrán Ramón Folch de Cardona. Lo fundamenta en que una tal Catalina de Cardona también aparece en la documentación como Catalina de Córdoba.
Esta Catalina de Cardona era en realidad Juana Catalina de Aragón Folch de Cardona, esposa del III marqués de Comares, don Diego Fernández de Córdoba. Por la vía de Juana Catalina se incorporaron al marquesado de Comares, en 1575, sesenta años después de la muerte del Gran Capitán, los ducados de Segorbe y de Cardona. La razón de esa incorporación fue debida a haber muerto sin descendencia don Francisco Folch de Cardona, III duque de Segorbe y IV de Cardona, y pasar esos señoríos, no sin fuertes disputas con otros miembros de su familia, a su hermana, la mencionada Juana Catalina de Aragón Folch de Cardona.
Al no estar establecidas en aquella época normas legales sobre el uso de los apellidos, era frecuente que se usase indistintamente alguno de los apellidos de la familia o incluso de la familia de cónyuge. A veces se abreviaban y el Fernández de Córdoba, por ejemplo, quedaba reducido a de Córdoba. Se cuenta que Fernando el Católico se dirigía al Gran Capitán, probablemente para humillarlo, simplemente como Fernández. Esa es la razón por la que Juana Catalina de Aragón Folch de Cardona pueda aparecer en la documentación como Catalina de Córdoba. Para el tal Mayolas es razón suficiente para que el Gran Capitán sea el catalán Ferrán Ramón Folch de Cardona. Una sandez más de la larga cadena que vienen forjando estos sujetos del Instituto de la Nueva Historia.
(Publicada en ABC Córdoba el 9 de abril de 2016 en esta dirección)