Para Pablo Iglesias lo importante es su vicepresidencia y la media docena de ministerios que se ha adjudicado.

Lo de Pablo Iglesias es como para verlo y no creerlo. Le ha faltado tiempo para erigirse en vicepresidente de un gobierno de lo que hasta hace poco denominaba despectivamente como la casta. También se ha asignado él solito, entre otras las carteras de Economía, Educación, Defensa e Interior y un llamado ministerio de Plurinacionalidades. Lo que el líder de Podemos -por cierto guarda un ominoso silencio a cuenta de la financiación que ha obtenido de Irán- se ha adjudicado tiene un tufillo a revolución bolivariana de la que se ha mostrado como un admirador -también guarda ahora un significativo silencio-, además de un experto. Nos estamos refiriendo a esa revolución que ha conducido a Venezuela a una situación de emergencia nacional, que nada tiene que ver con el intento de Maduro de burlar los controles de la Asamblea Nacional en manos de la oposición. Nos referimos a la emergencia que suponen los problemas con que a diario se encuentran los venezolanos para comprar artículos de primera necesidad en unos supermercados desabastecidos. Nos referimos a los problemas que padecen como consecuencia de una terrorífica tasa de inflación y que hasta donde se conoce, porque Maduro hace tiempo que se niega a publicar los datos, se tiene la sospecha que sea la más alta del mundo-. Nos referimos a las dificultades de Venezuela para financiarse en los mercados internacionales al haberse quedado con unas reservas de divisas tan exiguas que apenas pueden sostener la economía.

Si la economía, con el asesoramiento de Iglesias o de Monedero, está para el arrastre, que diría un taurino -con perdón-, no está en mejores condiciones la situación interna en lo que a seguridad se refiere. Venezuela tiene uno de los índices de inseguridad más altos del planeta, contándose por centenares los asesinatos que todos los días se comenten en el país. Y sobre las libertades mejor no hablar, después del cierre de la mayoría de los medios de comunicación que no eran afines al régimen o del encarcelamiento de los principales líderes de la oposición.

Para Pablo Iglesias lo importante es su vicepresidencia y la media docena de ministerios que se ha adjudicado. Su elección incluye aquellos desde los que se puede adoctrinar, como es Educación, y coaccionar, como pueden ser los de Interior y Defensa. Unas declaraciones como las hechas por Iglesias retratan al personaje que al fin y al cabo el 20 de diciembre fue un perdedor -hace un año se veía como presidente de gobierno según los sondeos-, que se da aires de lo que no es. La actitud que viene poniendo de manifiesto es tan burda que sólo como estrategia para destrozar al PSOE puede tener una explicación con lógica política.

A todo esto la respuesta de Sánchez, descolocado con la soberbia del líder de Podemos y con la decisión de Rajoy re renunciar, por el momento, a la investidura, ha sido balbucear. La verdad es que de quien dijo públicamente que el ministerio de Defensa debería suprimirse, adjudicaba al PSOE la ley del divorcio en España o afirmara rotundamente que jamás pactaría con Podemos -hace también un año de tal afirmación- no se puede esperar mucho más que dar como respuesta una sonrisa impostada y un balbuceo con tan poca sustancia que, a buen seguro, espolearán al líder de Podemos, que se autoproclama vicepresidente y va de ganador de unas elecciones en las que obtuvo poco más de la mitad de los escaños del partido más votado.

(Publicada en ABC Córdoba el 27 de enero de 2016 en esta dirección)

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