Córdoba es, casi por definición, tierra de califas. Los ha habido de diferentes categorías. Durante un siglo Córdoba fue capital del califato Omeya. Aquello acabó como el rosario de la aurora. Fundado en el año 929 por Abd-al-Rahman III, quien había de pintarse el pelo, de natural pelirrojo, para disfrazar su genética familiar, tenía que disolverlo en el 1031 una comisión de notable cordobeses, después del lamentable espectáculo ofrecido por la “fitna”, denominación con que se conoce la agitada historia que se vivió en Córdoba durante más de dos décadas (1009-1031) y en la que se sucedieron una serie de califas de guardarropía.

También se denominó como califa -título inicialmente periodístico pero que alcanzó una notoria popularidad- a Julio Anguita. Específicamente alcalde cordobés de la democracia se le denominó como el “califa rojo”, por su filiación ideológica. Anguita gobernó la ciudad entre los años 1979 y 1986, aunque en la memoria colectiva se tiene la sensación de que su mandato municipal se prolongó por un periodo de tiempo mucho más largo.

A estos califatos hay que añadir otro más, el que se ha otorgado a determinados toreros cordobeses que fueron figuras señeras en su época. Ellos son los califas del toreo. El título de califa taurino ha sido otorgado a quienes, considerados máximas figuras en el mundo del toro, eran naturales de Córdoba, ciudad siempre ha sido un referente de primer orden para la tauromaquia. En este terreno, el taurino, cinco han sido los diestros que han merecido el honorífico título califal de entre la pléyade de toreros cordobeses. Fue Mariano de Cavia quien otorgó, como denominación con la que se refería al arte de un monstruo de la tauromaquia, el primer título de califa a Rafael Molina, “Lagartijo”, cuyo retrato en bronce puede verse en el Museo Taurino de la ciudad y, dicho sea de paso, muy poco tiene que ver con el del semblante del Gran Capitán en la estatua ecuestre que preside las Tendillas y que un bulo, muy extendido por Córdoba, señala que es la del primer califa taurino. Tras “Lagartijo” fue la propia afición cordobesa la que dio cuerpo al nombramiento de los tres siguientes califas: “Guerrita”, “Machaquito” y “Manolete”.  Muchos años más tarde, al nombramiento de califa taurino se dará un carácter casi institucional, al ser Rosa Aguilar, entonces de IU-CA y hoy en las filas de PSOE, quien, en el 2002, en su condición de alcaldesa de la ciudad, nombró V Califa a Manuel Benítez “el Cordobés”.

Hace algunos años, en concreto en septiembre del 2010, en un pleno celebrado el 15 de dicho mes, PSOE e IU-CA -era entonces alcalde de Córdoba, Andrés Ocaña- defendieron la fiesta de los toros, mostrando” el más firme reconocimiento del Ayuntamiento de Córdoba a la fiesta taurina que tanto significa para nuestra cultura, nuestra historia, nuestra economía y nuestro empleo” (la cita es textual). Apenas han transcurrido cinco años de tan solemne declaración, que se producía al hilo de la supresión de las corridas de toros en Cataluña, siendo presidente de aquella comunidad José Montilla, socialista natural de Iznájar, cuando todo quedado en agua de borrajas, además de dejar en entredicho al bipartito municipal, integrado por PSOE e IU-CA. Ambos grupos con el apoyo de Ganemos Córdoba, faltaría más, han retirado cualquier tipo de ayuda municipal a la fiesta de los toros, al considerar que las corridas espectáculos donde se da el maltrato animal.

(Publicada en ABC Córdoba el 23 de enero de 2016 en esta dirección)

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