Tal día como hoy, hace cinco siglos, fallecía uno de los cordobeses más universales de todos los tiempos. El 2 de diciembre de 1515 moría en Granada Gonzalo Fernández de Córdoba y Aguilar, conocido ya por sus contemporáneos como el Gran Capitán que es el mismo con que la historia nos lo ha legado. El nombre, que el propio don Gonzalo reclamaba en su testamento como su mayor timbre de gloria, le había sido puesto por sus propios soldados en el campo de batalla de Atella y también aparece recogido por primera vez en un texto, en las capitulaciones que los franceses firmaban asumiendo la derrota que habían sufrido.
Aquel 2 de diciembre de hace cinco siglos moría el hombre y cobraba fuerza el mito que ya en vida había comenzado a forjarse. Eran muchos los ilustres visitantes que recalaban por Loja, cuya alcaidía le había encomendado el rey Fernando, ocultando con tan mezquino nombramiento un destierro de la corte real, que ya se había convertido en el centro del poder político de la monarquía. Acudían a Loja a conocer a un hombre del que se contaban numerosas hazañas y que era ejemplo de las principales virtudes que marcaban el perfil de un caballero de la época: fidelidad a unos principios, lealtad a sus reyes o alto concepto del honor. El mito había crecido tanto en tan pocos años que, cuando el joven rey Carlos I está en España se encuentra con que todos le hablan de Gonzalo y el monarca quiere conocer quién es ese personaje. Esa es la razón -el deseo del soberano- por la que Hernán Pérez del Pulgar escribe su Breve parte de las hazañas del excelente nombrado Gran Capitán. Pérez del Pulgar centró su atención en el joven segundón de uno de los más importantes linajes cordobeses, que destacaba eb la guerra de Granada en acciones como la toma de Íllora o la de Loja y que desempeñó un papel importante en el proceso de negociación de las capitulaciones por las que granada se entregaría a los Reyes Católicos, aunque en 1492 Isabel y Fernando no habían recibido aún ese título, que les sería otorgado por el papa Alejandro VI.
El túmulo funerario de uno de los cordobeses más universales de todos los tiempos estaba adornado por dos centenares de banderas. Unas pertenecían a las unidades que había mandado a lo largo de su vida, otras habían sido arrebatadas al enemigo en el campo de batalla. Su entierro en la iglesia del convento de los franciscanos de Granada constituyó todo un acontecimiento, al que asistió hasta el conde de Tendilla, su rival más enconado en la ciudad. Más tarde sus restos serían traslados a la iglesia del monasterio de los jerónimos -era su voluntad testamentaria, que su esposa, María Manrique, se encargaría de dar cumplimiento-, que en el momento de su óbito estaba todavía en construcción. La orden jerónima siempre había gozado de sus preferencias y cuando en un momento de su mocedad creyó que era llamado a la vida conventual, se presentó en el cenobio de los jerónimos cordobeses, el de Valparaíso. El prior lo echó de allí, casi con cajas destempladas, diciéndole que Dios lo había llamado para misiones más altas.
Rememorar a Gonzalo Fernández de Córdoba, en el ambiente que respiramos estos agitados días0, es algo más que recordar una efemérides.
(Publicada en ABC Córdoba el 2 de diciembre de 2015 en esta dirección)
gracias sr.Calvo por estas lecciones de historia, da gusto saber q cordoba no solo fue al-andalus,q ya es suficiente al-andalus para enorgullecernos de nuestra ciudad y provincia,y recordarnos a los cordobeses lo q fueron nuestros antepasados,valientes y leales con su tierra y su pueblo,como fue ese manifiesto andalucista q se presento tambien en nuestra ciudad en 1919,o saber q nuestra ciudad le dio nombre a otras en america,o saber q nuestra catedral cristiana sujeta desde dentro gran parte de los cimientos de la mezquita.ya solo nos falta recuperar aun mas historia preromana que a lo mejor seguiriamos asombrandonos.muchas gracias