El propio Iglesias Turrión admitía hace pocas fechas que ha perdido la frescura con que era capaz de comunicar hace algunos meses. Esa afirmación es el reconocimiento tácito de la realidad que viene marcando el devenir de Podemos desde hace bastante tiempo. La formación morada acumula una etapa de retroceso continuado que la aleja, según las encuestas de la preferencia electoral de los españoles que tenía a principios de año. Hoy su intención de voto está –es lo que señalan todos los sondeos- por debajo del 15 por ciento y en caída continua. Veremos esa intención de voto donde está cuando se celebren las elecciones en diciembre.
Aunque Iglesias Turrión señale que ha perdido frescura, la causa de esa pérdida de apoyos electorales, visualizada en las elecciones andaluzas, en las autonómicas de la pasada primavera y ratificada en Cataluña, está en que ha tenido que tomar tierra. Hacer política a pie de obra, algo muy diferente a perorar y hacer discursos. Iglesias Turrión está crispado, como revelaba en su discurso de despedida del Parlamento Europeo. Allí arremetió a diestro y siniestro y disparó contra todo lo que se movía. Su actitud corporal y su mirada, el tono que empleaba, eran una manifestación acabada de su estado de ánimo. Tiene motivos para estar crispado porque hace un año, cuando amenazaba con el inexorable tic-tac, era el favorito para convertirse en inquilino de la Moncloa y ese objetivo se encuentra hoy muy lejos de sus expectativas, lo que para un individuo tan pagado de sí mismo, como ponía de manifiesto Luis Ventoso en su columna del pasado sábado, es una tragedia… griega.
Sus soflamas, que hace un año encandilaban a una parte muy importante del electorado español, han perdido fuelle. Se ha desdicho demasiadas veces de sus promesas y del paraíso que iba a materializarse con su llegada al poder. Las fechorías de todo tipo, incluidas las judiciales, reafirmadas por boca del fiscal que acusaba en la farsa judicial orquestada contra Leopoldo López, del régimen bolivariano, al que se encuentra unido por un cordón umbilical, no le han favorecido. Tampoco la “boutade” de amigo Tsipras quien, después de un referéndum, ha tragado con todas las imposiciones de la Troika. Tampoco su admirado Varoufakis, que cobra muchos miles de euros por conferencias y entrevistas, es un ejemplo que pueda exhibir como luchadores contra los males del capitalismo expoliador. Pero todo eso son minucias cuando ha tenido que situarse ante una de las realidades más duras a la que ha de enfrentarse la España de hoy: hacer frente a los sediciosos que buscan la independencia de Cataluña. Ante ese problema Iglesias Turrión se ha desmoronado. No ha dado la talla. Ha dado la respuesta equivocada ante la llamada de Rajoy, que rectificó a tiempo su planteamiento inicial de no llamarlo a la Moncloa. A diferencia de los líderes de los otros partidos de ámbito estatal –PP. PSOE y C´s- que, en algún caso con matices, han defendido la unidad de España, Iglesias Turrión se ha desmarcado, afirmando que esta contra el frentismo (sic) y aboga por un referéndum en Cataluña. Ha quedado descolocado. Más le habría valido que Rajoy no lo hubiera llamado, incluso que no acudiese a la cita apelando a la casta, aunque la realidad ha hecho que ese mensaje también se le haya desgastado. El mayor problema político que hoy tiene España lo ha descolocado, quizá definitivamente.
(Publicada en ABC Córdoba el 7 de noviembre de 2015 en esta dirección)