Con las elecciones generales en puertas y la aparición de encuestas, algunas muy discutibles en lo referente a la llamada “cocina”, como la que sitúa al PSOE unas décimas por encima del PP en intención de voto y pronostican una subida espectacular de Ciudadanos, lo único que tenemos cierto son los resultados de las elecciones catalanas. Mas y Junqueras, más el añadido de Romeva, han logrado, al menos desde un punto de vista mediático, su objetivo de darle el carácter que deseaban. Las elecciones no se convocaban para elegir un parlamento, sino como un plebiscito sobre la independencia de Cataluña. La mayoría de los análisis de resultados se ha enfocado a los escaños obtenidos por los independentistas y al porcentaje de votos que lograban, frente a las llamadas candidaturas constitucionalistas. La situación creada por esa especie de trilero de la política en que se ha convertido Artur Mas, ha hecho que no se valoraran como merecen los resultados obtenidos por los partidos de ámbito estatal. Los de la coalición “Catalunya Sí que es Pot”, los del PSOE, los del PP y los de Ciudadanos.

Los resultados de “Catalunya Sí que es Pot” -suma de “Iniciativa per Catalunya Verds”, más Equo, más Podemos- han sido no ya malos, sino malísimos. Cuando el primero de los socios se presentó con sus siglas a las anteriores elecciones catalanas, obtuvo mejores resultados. Pablo Iglesias ha calificado esos resultados de “decepcionantes”. No le falta razón. A principios de año, según apuntaban las encuestas, Podemos era la opción que preferían los españoles. Tenía la mayor intención de voto directa. El tiempo, Pablo Iglesias estaba convencido, jugaba a su favor. El crecimiento de sus expectativas de voto impresionaba. Se refería a un inexorable “tic-tac” que lo conducía a la Moncloa. Esa intención de voto no se plasmó en las elecciones municipales. Las alcaldías de las marcas blancas de Podemos han sido fruto de coaliciones contra la lista más votada. Peor aún le fue en las autonómicas. Se quedó fuera de algunos parlamentos y en el mejor de los casos alcanzó el 15 por ciento de los votos. Ahora en Cataluña se ha quedado en el 10 por ciento. Si esa tendencia se consolida en los próximos meses, el amenazante “tic-tac” parece correr ahora en su contra y anuncia decepción.

Es muy importante lo que ha ocurrido en Cataluña con Podemos. Como es también lo ocurrido con el PP, que no levanta cabeza. También sus resultados son malísimos. Ha perdido el 40 por ciento de sus escaños, incidiendo en lo que le ocurrió en las elecciones de la pasada primavera. Si la tendencia se consolida el batacazo puede ser monumental. Tampoco al PSOE le han ido bien las cosas, aunque con su proverbial habilidad, ha enmascarado el peor resultado obtenido en Cataluña y no pueden aducir que el votante del cinturón industrial de Barcelona, su gran caladero de votos, prefirió quedarse en casa como en otras ocasiones. Acudieron masivamente a votar… a otros. No parece que mejore su imagen ciertos fichajes de Sánchez en clave electoral.

Caso diferente es el de Ciudadanos. Su éxito es arrollador. Casi ha triplicado sus escaños. Pero ese resultado es difícilmente extrapolable al resto de España, aunque alguna encuesta “muy cocinada” apunta a ello. En cualquier caso, el “naranjito”, en desafortunadísima expresión de un líder popular, se ha convertido en un grano doloroso para un PP en horas bajas.

Veremos qué ocurre el 20 de diciembre.

(Publicada en ABC Córdoba el 24 de octubre de 2015 en esta dirección)

Deje un comentario