No debe tener relevancia política quien ha fracturado una sociedad que hoy por hoy tiene complicada su recomposición.
Los despropósitos de quien todavía es presidente de la Generalitat de Cataluña, es decir el representante del Estado español en dicha comunidad y cuya primera obligación es cumplir y hacer cumplir la ley, parecen caer en un saco sin fondo. Da la impresión de que no tienen límite. A sus reiterados incumplimientos de la ley, a la misma que acude —con un cinismo que, a pesar de todas sus trapacerías, sigue impresionado—, cuando se trata de su conveniencia. No ha tenido empacho en mentir a los catalanes diciéndoles que una Cataluña independiente tendría presencia en los foros internacionales y que no saldría de la Unión Europea. Ha afirmado que se mantendría dentro del euro y que, por lo tanto, el Banco Central Europeo sería la salvaguardia de las necesidades financieras de esa Cataluña independiente.
Sostiene Mas, junto a sus compañeros de viaje en ese camino que ellos llaman el «prusés» y que conduce a Cataluña a una situación muy complicada en todos los órdenes, que los catalanes, ciudadanos de una Cataluña independiente, tendrán también la nacionalidad española, como si tuviera competencias sobre ello. Sostiene, en lo que para mí es un terreno menor, aunque no estoy seguro de que lo sea para muchísima gente, que el Barcelona CF seguirá jugando los campeonatos de fútbol en España. Una España de la que abomina y afirma que le roba. Sostiene que esa Cataluña independiente será acogida con toda clase de parabienes por el resto de los españoles, a los que Mas no ha dejado de insultar con sus palabras, gestos y actitudes. Sostiene, dándole el cobijo institucional de la Generalitat que preside, las falacias históricas de quienes han modificado, arteramente, las banderas de los barcos de un grabado, según sus particulares conveniencias ideológicas o afirman que la guerra de Sucesión, en la que hasta los personajes que más ensalzan, como Rafael de Casanovas, sostuvieron que luchaban por la libertad de España, fue un guerra de secesión librada contra España.
La respuesta que Mas ha dado al presidente de Aragón, el socialista Javier Lambán, a una misiva que ése le envió, respondiendo a las majaderías del consejero catalán de Justicia acerca de los «países catalanes» y reclamando las obras de arte de la llamada «Franja», pertenecientes a la diócesis de Barbastro-Monzón es significativa. El presidente aragonés pide la reintegración a su comunidad de unas obras de arte ordenada por la jurisdicción eclesiástica y confirmada por la justicia civil con una sentencia del Tribunal Supremo, al que había recurrido la propia Generalidad catalana. La respuesta revela hasta donde llegan sus burlas. No sólo por negarse a una devolución dictada por los tribunales, sino por el tono despectivo de su respuesta. Ante esta situación, después de lo que han afirmado reiteradamente los independentistas catalanes, habría que preguntarse ¿Quién está robando a quien?
Mas está de más en Cataluña. No debe tener relevancia política quien afirma en privado, según ha confesado Iceta, el líder de los socialistas catalanes, que todo el «prusés» no es más que una maniobra para obtener ventajas en una negociación con el gobierno. No debe tenerla por el propio bien de los catalanes a quienes ha mentido sin rebozo, a quienes ha prometido lo que no está en su mano y por haber fracturado una sociedad que hoy por hoy tiene complicada su recomposición porque, con sus falacias, Mas ha alterado los sentimientos de las personas.
(Publicada en ABC Córdoba el 23 de septiembre de 2015 en esta dirección)