Juan Miguel Moreno Calderón ha hecho una notable labor con su apoyo a numerosos eventos.
DON Antonio Cánovas del Castillo, político controvertido como pocos en nuestra historia, era aficionado a eso que se ha dado en llamar frases lapidarias. Posiblemente se le atribuyan algunas que jamás pronunció, pero como cuadran con el perfil del personaje… Pérez Galdós dejó consignada la afirmación de Cánovas de que «Es español quien no puede ser otra cosa». Posiblemente, don Antonio estaba rememorando un verso de Quevedo, que debía conocer —Cánovas era un profundo conocedor de la España de los Austrías de la que nos dejó una historia que todavía se lee con aprovechamiento—en el que afirmaba: «Harto de ser español/desde el día que nací,/ quisiera ser otra cosa/por remudar de país». También se le atribuye a Cánovas: «Si habla mal de España… es español». En realidad, es el último verso de una estrofa compuesta por Joaquín María Bartrina: «Oyendo hablar un hombre, fácil es/saber donde vio la luz del sol./Si alaba Inglaterra será inglés/si os habla mal de Prusia, es un francés/y si habla mal de España…es español». Vaya por delante que no me siento identificado con ninguna de las dos afirmaciones atribuidas al político malagueño, pero algo de razón tenía don Antonio, al utilizar la segunda ellas. Solemos con mucha frecuencia magnificar lo que nos llega de fuera —también hay quien hace gala justo de lo contrario— y valorar en muy escasa medida lo propio.
Esto último ocurre habitualmente en Córdoba. A diferencia de los sevillanos para quienes Sevilla es el ombligo del mundo, los cordobeses suelen ser poco considerados con muchas cosas de su ciudad. He sido testigo de la protesta de un taxista cuando se celebraba un evento de carácter internacional y mucha fuerza mediática, que sin duda elevaría el número de las carreras habituales en la ciudad o a otro poner en cuestión ante visitantes foráneos las bondades culinarias de un chef cordobés, a quienes, quien escribe estas líneas, trataba de agasajar pensando que podía quedar como buen anfitrión. Soy consciente de que se trata sólo de ejemplos concretos, pero dan muestra de un sentir bastante generalizado.
Viene todo esto a colación de la actividad cultural en Córdoba de la que sigo oyendo decir que tiene escasa oferta y que es pobre. Nada más alejado de la realidad, al menos en los últimos años. Ciertamente, Córdoba era poco más que un yermo cultural hace poco tiempo, que sólo respondía a lo que podemos llamar grandes eventos culturales como son el Festival de la Guitarra o la Noche Blanca del Flamenco. Pero la falta de oferta cultural y su pobreza no pueden sostenerse en los últimos tiempos con un mínimo de rigor. La oferta es amplia y variada. Basta con hojear la agenda cultural de ABC: foros, jornadas, encuentros, exposiciones, conciertos coloquios, conferencias… En muchos de ellos está la actividad desplegada por la concejalía de Cultura del Ayuntamiento. Me resultaría mucho más fácil sumarme al coro de las lamentaciones que dar cuenta de una buena gestión. Pero las lamentaciones son infundadas. Juan Miguel Moreno Calderón ha hecho una notable labor con su apoyo a numerosos eventos, también con su continua presencia en actos culturales, algo que forma parte de su trabajo, pero que suele ser menos frecuente de lo deseable.
(Publicada en ABC Córdoba el 2 de mayo de 2015 en esta dirección)