Esta batalla frente a la poderosa caballería francesa rinde homenaje al Gran Capitán, la victoria de un gran personaje.

Fue un 28 de abril, el mismo día en que estoy escribiendo estas líneas, pero del año de 1503, cuando Gonzalo Fernández de Córdoba, el «Gran Capitán», se enfrentó al ejército francés en los campos de Ceriñola. Curiosamente se trataba de un terreno ondulado, plantado de viñedos como los que más tarde darían fama a la tierra que lo vio nacer. Además de una resonante victoria, en la batalla de Ceriñola el Gran Capitán daba toda una lección de estrategia militar para vencer a un ejército muy superior al suyo en número de hombres y que, según se afirmaba, contaba con la mejor caballería pesada de la época. Ceriñola fue el triunfo de la infantería sobre la caballería.

Me parece que es justo recordar una efeméride como aquella, que tuvo como principal protagonista a un cordobés de Montilla. Recordarla no sólo porque es de justicia, sino además porque entre nosotros hay una tendencia a recordar e incluso magnificar los momentos difíciles de nuestro pasado y a minusvalorar aquellos otros en que el curso de los acontecimientos se nos mostró favorable. Otro tanto ocurre con los grandes personajes de nuestra historia lo que ha llevado a que algunos sean inmerecidamente olvidados. Hay una especie de predisposición a recrearnos en las páginas de nuestro pasado que hablan de dificultades, de momentos de crisis y, desde luego, de derrotas militares. Tengo algo más que la impresión de que el alma hispana es más propensa a tener presentes momentos como fueron la derrota de la Gran Armada que Felipe II mandó contra Inglaterra, a la que tras el desastre los ingleses, con mucha sorna, bautizaron como Invencible; a rememorar la tragedia de Trafalgar o el final de la imbatibilidad de los tercios en Rocroi, después de que estos últimos señoreasen, invencibles, los campos de batalla de Europa.

Es cierto, que solemos añadir, a modo de consuelo, que la armada de Felipe II fue vencida por los elementos, que el plan de batalla de Trafalgar lo dispuso un inepto almirante francés o que en Rocroi nuestra infantería luchó bravamente hasta que perdió la vida el último hombre. Es un triste consuelo.

En este 2015, cuando celebramos que hace quinientos años que Gonzalo Fernández de Córdoba murió en Granada, recordar lo ocurrido en Ceriñola un 28 de abril es una forma de rendirle homenaje a quien sus propios hombres aclamaron como el «Gran Capitán», nombre con que sería conocido a partir de entonces, aunque al rey Fernando le costara trabajo dirigirse a él con tal denominación. Homenaje merecido no sólo porque logró una gran victoria frente a un enemigo que disponía de más medios, poniendo de manifiesto que la importancia de la infantería era mucho mayor de lo que se había considerado hasta entonces.

También porque el Gran Capitán fue ejemplo en muchas otras cosas, como la caballerosidad que mostró ante el cadáver del jovencísimo duque de Nemours, el general francés que perdió la vida en Ceriñola y a quien el Gran Capitán rindió honores. Incluso hay quien señala que lloró ante su cuerpo sin vida. Así se lo imaginó Casado del Alisal, en un lienzo llamado «El Gran Capitán llora ante el cadáver del duque de Nemours», que hoy se conserva en el Palacio del Senado.

(Publicada en ABC Córdoba el 29 de abril de 2015 en esta dirección)

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