Hace un mes que se celebraron las elecciones autonómicas. Susana Díaz explicó su decisión de adelantar las elecciones más de un año porque se vivía una situación de inestabilidad que había convertido en algo muy complicado la tarea de gobernar. Nada que objetar. Ella era la presidenta -cierto que había llegado al cargo sin pasar por las urnas, tras la marcha de un Griñán acuciado por la monumental escandalera desatada a cuenta de los casos de corrupción- y entre sus prerrogativas estaba la de fijar la fecha da las elecciones dentro del marco cronológico de la legislatura. Era, pues, la estabilidad gubernamental -conviene recordarlo porque la memoria es frágil- el gran argumento de Susana Díaz para convocar a los andaluces a las urnas.
Los resultados del 22 de marzo no trajeron la estabilidad. Más bien, todo lo contrario. Se pasaba de un parlamento con tres formaciones políticas a otro con cinco y Susana Díaz se quedaba mucho más lejos de la mayoría absoluta de lo que había quedado Arenas en las elecciones anteriores. En cuestión de estabilidad gubernativa el panorama se presentaba mucho más sombrío que el existente. Las urnas habían convertido en un fiasco el argumento de la secretaria del socialismo andaluz. Desde esa perspectiva podía hablarse de fracaso electoral, aunque la noche de autos el resultado se presentara desde las filas del socialismo como un éxito rotundo. No lo era. Pero al mal tiempo que se avecinaba había que ponerle buena cara, aunque en esas situaciones, a la postre, la realidad acaba por imponerse.
La Susana Díaz de los últimos días aparece, aunque trate de disimularlo, con el ceño cada vez más fruncido. Es lo que los psicólogos llaman el lenguaje corporal. Los partidos con representación parlamentaria han vivido la primera gran bronca a cuenta de la constitución de la mesa del Parlamento. Por ley, tienen que estar todos representados y los integrantes de la mesa son siete. Hacer el reparto entre cinco presentaba muchas complicaciones. Los dos puestos que quedaban, después del obligatorio reparto de cinco de ellos, han sido para el PSOE y el PP se siente maltratado.
¿Hubiera sido más justo que socialistas y populares se hubieran repartido esos dos puestos? El PSOE tiene catorce escaños más que el PP, pero no tienen el triple y la proporción en la mesa del parlamento es de tres a uno. No era fácil. Ahora los populares tiene la misma participación en la mesa que Podemos, Ciudadanos e IU-CA. La posibilidad de una abstención del PP en la investidura de Díaz ha saltado por los aires y los comunistas tienen las heridas electorales sangrando. Unos y otros ya han dicho que votarán en contra de la investidura. La pelota está en el tejado de Ciudadanos, pero en mayo hay elecciones municipales… también autonómicas en muchos sitios. ¿Podemos permitiendo la investidura de las “casta”? ¿Ciudadanos lo hará posible? Hay otra cita electoral antes de fin de año y cualquier movimiento puede resultar caro, electoralmente hablando.
Hasta el momento las elecciones andaluzas sólo han traído más inestabilidad. El gobierno lleva en funciones desde hace semanas. Si Susana Díaz fuera investida, ¿tendrá un gobierno estable? Su investidura está a pocos días vista y todo es incertidumbre. ¡Menudo acierto tuvo Díaz adelantando las elecciones para conseguir estabilidad!
(Publicada en ABC Córdoba el 22 de abril de 2015 en esta dirección)