Alguna persona de las que me honran con la lectura de esta columna, tal vez, piense al leer el título de hoy que la reflexión está destinada a comentar algún asunto relacionado con la campaña de las elecciones andaluzas que ayer concluyó. Quince días es la duración prevista por la ley electoral para las campañas. Pero no me refiero a esos quince días, llenos de actos, que preceden a la jornada de reflexión en que nos encontramos y al día de las elecciones, sino a los quince días que en los centros educativos de Andalucía ha de  esperarse a que la consejería de Educación envíe a un profesor que sustituya a otro que, por alguna razón, haya causado baja en su centro.

La situación que se produce es compleja y tiene consecuencias muy negativas desde el punto de vista pedagógico. Son particularmente graves en los centros de enseñanza secundaria, al afectar al desarrollo de los programas docentes. Graves porque quince días no es un número menor a tenor de los días lectivos con que cuenta el desarrollo académico del curso escolar que, dicho sea de paso, en nuestro país no difiere de forma sustancial en cuanto a duración del curso escolar en otros países de la Unión Europea. Los alumnos que se quedan quince días sin profesor, dejan de recibir las enseñanzas de la materia correspondiente, al ser solución que se aplica la de ser atendidos por el profesor que se encuentra de guardia. Profesor que puede ser de matemáticas, pongamos por caso, cuando la baja afecta a una asignatura como latín, o ser de Geografía e Historia y la baja corresponder al departamento de Ciencias Naturales. Con disposiciones como esta no extraña que los resultados que los alumnos andaluces obtienen en los llamados informes PISA sean de los peores dentro del panorama educativo español, que a su vez ocupa una posición lamentable entre los países que se someten a dichos informes. Con la disposición de no cubrir bajas docentes hasta pasados quince días la administración ahorra un dinero -luego hay quien dice, además gritando, que no hay recortes en la educación andaluza-, pero no tiene en cuenta el enorme coste social que tal medida supone. Es posible que la explicación a tal aberración pedagógica se encuentre en ese cierto carácter de guardería que, desde las altas instancias de la administración educativa, se viene dando a los centros de enseñanza de un tiempo a esta parte. Lo importante es que haya un profesor en el aula, aunque el desarrollo del programa académico no pueda realizarse. Los alumnos han de estar recogidos entre el comienzo y el final de la jornada escolar, independientemente de la calidad de la enseñanza que reciban. Los quince días sin cubrir las bajas de los docentes suponen un grave ataque a la calidad de la enseñanza y lo lamentable es que no hemos visto mareas de ninguna clase en las calles, ni protestas ante las autoridades educativas. Posiblemente, porque como los alumnos están recogidos…

Era de esos quince días de los que deseaba escribir. Quizá no tan importantes como los de una campaña electoral en la que, sin duda alguna, nos jugamos mucho, pero esa quincena sin profesor pasará factura.

(Publicada en ABC Córdoba el 21 de marzo de 2015 en esta dirección)

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