El presidente griego apunta a España y Grecia como enemigos en el exterior para justificar sus incumplimientos electorales.

EN situaciones de dificultad, principalmente política, aunque el método se ha aplicado en muchos otros ámbitos, existe una táctica muy vieja: lanzar acusaciones contra enemigos imaginarios a los que se acusa de los males que se padecen. El objetivo es distraer la atención. Se trata de que sean otros quienes carguen con las culpas propias. Por lo general, esos enemigos imaginarios suelen ser externos. Hay dictadores, por ejemplo, que han aludido a la existencia de contubernios donde se daban la mano antagonismos tan fuertes como los que marcan a comunistas y masones, a los que se adobaban con un añadido judaico. Otros señalan la existencia de confabulaciones en el mundo capitalista, incluyendo a muchos de sus medios de comunicación, para explicar la inseguridad de su país o los desabastecimientos en los supermercados. A veces la búsqueda de culpables externos se deriva del incumplimiento de grandes promesas electorales que no van a poder cumplirse.

El presidente del gobierno griego, Alexis Tsipras, que empieza a tener una creciente contestación interna ante el incumplimiento de las altas cantidades de humo contenidas en sus promesas electorales, busca ya enemigos en el exterior. Trata de justificarse, señalando culpables foráneos para buscar una justificación a sus propios excesos verbales, marcados por sus promesas electorales a los griegos.

La paralización de la subida del salario mínimo interprofesional, el no retorno de los funcionarios públicos despedidos por anteriores gobiernos, su claudicación a la negativa de cumplir los compromisos de pago con quienes habían facilitado el dinero necesario —la friolera de cientos de millones de euros—, la marcha atrás en sus planteamientos de anular las privatizaciones realizadas por gobiernos anteriores, el importante frenazo a la ley antidesahucios, sus promesas de no negociar con la Troika e incluso su sentencia de darla por fenecida, indicando la noche electoral griega que había muerto, para ahora negociar una prórroga del rescate con la Comisión Europea, el Banco Europeo y el Fondo Monetario Internacional, es decir con la Troika… empiezan a pasarle factura. Sólo es el principio de los problemas de su populismo demagógico.

Tsipras ha decidido que sus enemigos externos son dos de los países, España y Portugal, que mayores esfuerzos tuvieron que hacer para aportar sus partes correspondientes en el rescate de Grecia, dadas las difíciles circunstancias por la que atravesaban. Han asumido la prórroga del rescate griego. Como los demás países de la Unión Monetaria no admiten que el dinero de sus ciudadanos se vaya por el sumidero del populismo de Syriza y Tsipras se inventa un contubernio cuyo objetivo es acabar con su política y perjudicar la opciones de otros populismo, como el que practica Podemos en España. Es consciente del grave daño que el fiasco griego puede hacerle a Podemos, que ha de enfrentar unas citas electorales y su populismo puede desmoronarse tan rápidamente como ha crecido. Ese es otro de los principales objetivos de su impostura. Lo dicho, se trata viejas tácticas y su justificación se encuentra en buscar los objetivos de siempre… pero con caras nuevas. En este caso la del presidente griego Alexis Tsipras que empieza a no saber cómo salir del atolladero al que lo han llevado sus propias promesas.

(Publicada en ABC Córdoba el 4 de marzo de 2015 en esta dirección)

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