Susana Díaz da a entender que Rajoy ha venido a salvar de la muerte política a su candidato. Olvida que el PP ganó las últimas elecciones.
HACE unos días, la presidenta de la Junta, criticando la presencia del presidente del gobierno en Andalucía, se refería al candidato del Partido Popular, Moreno Bonilla, con algo más que sorna, sólo había que fijarse en la expresión de su cara. Se preguntaba Susana Díaz, si Rajoy que, ciertamente, no se prodiga por estas latitudes, había venido «a salvar al soldado Bonilla». A Susana Díaz, a quien todos le reconocen una extraordinaria capacidad para manejar los cuchillos, políticamente hablando —prueba de ello es que las cunetas de su andadura política están llenas de cadáveres—, lanzaba un dardo envenenado el candidato popular. Utilizaba «una maldad» al tildar a Moreno Bonilla de ese modo, parafraseando el título de la película de Steven Spielberg en que el capitán John Miller, interpretado por Ton Hanks, al frente de una patrulla, tiene como misión salvar al soldado James Francis Ryan (Matt Damon). La razón principal de dicha misión era que tres hermanos del soldado habían muerto en pocos días y el presidente de los Estados Unidos deseaba ahorrar a la desgraciada madre un telegrama más, anunciándole la muerte de ese cuarto hijo.
La metáfora es dura, muy dura.
Según Susana Díaz, la venida de Rajoy a Andalucía tendría como objetivo salvar de la muerte política al candidato popular señalando, al mismo tiempo, que los anteriores candidatos del PP a las elecciones autonómicas han perecido en el intento de hacerse con el gobierno, incluido Javier Arenas quien ganó las últimas elecciones, pero sin la mayoría absoluta a que le obligaba la llamada aritmética parlamentaria. Una aritmética que no siempre se rige por las reglas de una ciencia como las matématicas que se denomina exacta.
Es evidente que Moreno Bonilla no es conocido, ni ha estado en el parlamento lo que le ha impedido ganar notoriedad y poder fajarse dialécticamente con Susana Díaz. La convocatoria electoral que el propio Moreno Bonilla exigía el pasado mes de diciembre, aludiendo a la ingobernabilidad de Andalucía —no debería repetir más lo de los millones de euros que cuestan el adelanto electoral—, lo ha pillado con el paso cambiado. También resultan evidentes las largas ausencias del presidente del gobierno en Andalucía, salvo en periodos electorales —igual que hacía Zapatero cuando era presidente—, pero los estrategas electorales consideran que la presencia de un presidente del gobierno es una ayuda para los candidatos.
En una situación similar Susana Díaz no tendría ningún capitán John Miller del que tirar. El secretario general de su partido, con el que sostiene una lucha soterrada por el liderazgo, puede meter la pata, y sabe que el expresidente Zapatero no puede arroparla, pese a que en varias ocasiones se declaró zapaterista, aunque luego se desdijo. Zapatero supone tal lastre para los socialistas que los estrategas electorales del PSOE no sabían dónde meterlo en la última campaña a elecciones generales, conscientes de su desastrosa gestión gubernamental. Todavía sigue protagonizando graves desmanes al reunirse a comer con Pablo Iglesias, otro que sólo ha venido por Andalucía ante el incendio provocado por Begoña Gutiérrez, su correligionaria y líder de Podemos en Sevilla, a cuenta de su metedura de pata con la Semana Santa.
(Publicada en ABC Córdoba el 18 de febrero de 2015 en esta dirección)